Para los próximos años 2023-2030, los grandes desafíos en salud pública deben ser incentivar a la trasplantología y mejoraran la calidad del sistema sanitario público en Ecuador.

Los trasplantes de órganos son alternativas de tratamiento para un creciente número de enfermedades otrora consideradas terminales, esto lo han permitido los grandes avances en la medicina de las últimas seis décadas en trasplantología.

Antes de la pandemia de COVID–19, en el 2019 el Instituto Nacional de Donación y Trasplante de órganos, tejidos y Células (Indot) registró 707 trasplantes exitosos a nivel nacional. Los dos últimos años han sido críticos por las dificultades de la pandemia, solo se realizaron 207 trasplantes en el 2020. La lista de espera del Indot cuenta con 1.827 pacientes, la mayoría por córneas (988) y renales (792), también hepáticos (44), cardíacos (2) y pulmonar (1). La posibilidad de ofrecer estos procedimientos ha requerido gran generosidad de los donantes y familiares. Los órganos para trasplantes obtenidos de personas fallecidas (muerte encefálica) son hasta ahora un recurso escaso. El caso de los donantes vivos (de hígado y riñón) no es la excepción, dado que ante la creciente demanda de servicios de trasplante, existe la posibilidad de que los programas sean más permisivos en la aceptación de potenciales donantes vivos (biológicos más compatibles). En Ecuador la lista para ser trasplantados, en múltiples órganos, es extensa, muchos pacientes fallecen en la espera. Según la Organización Panamericana de la Salud los avances en las técnicas de ablación, conservación, trasplante e inmunosupresión han mejorado la efectividad del tratamiento a largo plazo, el costo–efectividad y la aceptabilidad cultural de los trasplantes, con el aumento de sus demandas. Pero las capacidades para realizar trasplantes en la región son heterogéneas y falta apoyo económico de los Estados. (O)

Jaime Galo Benites Solís, doctor intensivista, Guayaquil