En mi niñez, para todo fin de año en mi tierra Vinces me asomaba a la ventana para ver quemar los años viejos, el caminar de la gente apresurada por llegar a sus casas y esperar las doce campanadas que sonaban desde la iglesia; se apagaban las luces por un minuto y se encendían causando algarabía para el abrazo, los buenos deseos para el nuevo año, y empezaban los festejos y brindis, el cariño familiar.

Actualmente dejé mi ventana, a este día lo veo en un diferente lugar y el mensaje es el mismo, solo con cambios de acuerdo a la época: preocupados, apenados por carencias, peligros, miedo; pero al final vence nuestra alegría interior del ecuatoriano para esperar el año nuevo. Termina el año 2022, se ven compras, reuniones con amigos, es un día muy especial para todos, de anhelos, promesas, esperanzas por un mundo con justicia. Es importante que reflexionemos sobre los hechos acontecidos y nuestra participación como ente social, lo negativo y positivo, para prometernos ser cada día mejor con nuestra familia, barrio, con el medioambiente, dejarnos de odios políticos y hacer realidad lo más preciado del hombre para vivir feliz, la fe y la paz. Anhelamos que en el 2023 estas peticiones se hagan realidad: sí a la paz, no a las guerras. Sí a la salud, no a las pandemias (cuidarnos por medio del aseo, usar mascarillas, vacuna, distancia, ya que está presente el COVID–19, y pedir fumigación, desratización en las ciudades). Sí al estudio, no al analfabetismo. Sí al trabajo, no al desempleo. Sí a la seguridad, no a la delincuencia. Sí a la honestidad, no a la corrupción... Deseo que estos anhelos lleguen para nuestra superación y vivir con los mandamientos de Dios, prevalecer el amor al prójimo. ¡Feliz año 2023! (O)

Alicia Carriel Salazar, profesora, jubilada, Guayaquil