Así hablaba el maestro Jesús: “Bienaventurados los que lloran...; bienaventurados los mansos...; bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia...: bienaventurados los pacíficos, etc. Una novedad: Jesús insta a sus escuchas, tanto a lo beligerante, contra las injusticias, pero más a lo pacífico, lo cual trajo confusión entre sus seguidores que pensaban que el predicador les hablaba de armarse y de fuerzas, y otros, los que le entendieron, de una convivencia espiritual. ¿Ha prevalecido este último criterio que es el que nos pide Dios? Estas famosísimas bienaventuranzas constituyen a decir del ilustre venezolano quien fue intelectual, abogado, periodista, filósofo, escritor Arturo Uslar Pietri, “la más pura y hermosa expresión del pensamiento de Jesús y constituye el más alto ideal moral que haya sido propuesto a los hombres”. Ahí Jesús condensa su doctrina, expone cuatro virtudes, la cautivante sencillez de la humildad; la humana comprensión por la desgracia ajena; la bondad que sí es patrimonio del hombre; y la verticalidad de la justicia. También expresa las llamadas virtudes activas y triunfantes: la misericordia; la pureza del corazón; la bondad militante y finalmente el martirio en aras de la justicia. Esta es su prédica, este es su pensamiento; si nosotros no lo buscamos a través de sus sempiternas palabras, Él siempre nos hallará porque “el reino de los cielos está dentro de nosotros”... Volvamos a Él. (O)

Héctor Joaquín Cisneros Arias, doctor en Filosofía, Guayaquil