Hace poco conversaba con un amigo entrañable y en medio de una charla sobre la sensación de agobio que suele visitarme, me dijo “regálate 10 minutos al día, 10 minutos de no hacer nada, ni tocarte el pelo, solo mirar a tu alrededor, si puede ser en un área abierta, mejor”. Pensé que era una recomendación bastante alejada de su carácter, pero justamente por eso, le hice caso.

La primera vez elegí sentarme en una silla reclinable justo al atardecer, puse el reloj con alarma en 10 minutos y empecé a mirarlo todo. Pensaba en las cosas pendientes que debía hacer y que ese tiempo lo estaba desperdiciando; mi corazón empezaba a agitarse ansioso. Entonces, me obligué a observar con detenimiento desde el movimiento de las ramas de los árboles producto del viento, el vuelo organizado de los pájaros, el cambio de colores en el cielo, hasta escuchar el compás de mi respiración. Cuando sonó la alarma, no me quería ir. Aunque suene muy new age, sentí que entraba en contacto con mi paz y esa fue justamente la finalidad de esa recomendación que me pareció tan alocada al principio.

Con base en esa experiencia he ido sistemáticamente las tardes para ese mismo ejercicio, en la misma cantidad de tiempo, y poco a poco logro encontrar más razones para agradecer, soltar aquello que duele, dejar a un lado el agobio y aprender a disfrutar la soledad, un día a la vez. Ahora creo que sería interesante que mucha gente lograra darse el regalo de 10 minutos al día, verlo como una puerta para reconectar con aquello que siempre dejamos para después, nuestra paz.

... diciembre es la oportunidad de regalarnos 10 minutos para disfrutar del mundo que nos rodea.

Por tanto, ahora que empezamos el último mes del año y muchos harán malabares entre asistir a múltiples eventos sociales, comprar regalos por aparentar, visitar gente por compromiso y jugar al espíritu navideño para las fotos en redes sociales, sería importante detener el paso, regalarnos 10 minutos y priorizar eventos y personas. Elijamos nuestro bienestar emocional, dejemos de hacer cosas por cumplir, seamos leales con nosotros y abracemos a la gente que realmente queremos.

En consecuencia, creo firmemente que la vida termina demasiado rápido, aunque vivamos con la arrogancia de quien olvida que somos mortales con fecha de expiración. Hay quienes piensan que rodearse de gente mucho más joven es una forma de perpetuar la juventud, pero su vanidad desconoce que el paso del tiempo es para todos, y la vigencia eventualmente caducará a pesar del esfuerzo que pongan para esconder arrugas y canas. Prefiero compartir mis días junto a personas que descubran la belleza más allá de lo físico. El amor y la amistad, por ejemplo, no pierden lozanía.

De esta manera, diciembre es la oportunidad de regalarnos 10 minutos para disfrutar del mundo que nos rodea. Dejar de lado el celular y la opinión de los demás para enfocarnos en lo que estamos viviendo, mientras revisamos metas. Muchas veces parecería que vivimos en automático, presos de la rutina, pero recordemos las palabras de Wislawa Szymborska: “Nada sucede dos veces, ni va a suceder… no es el mismo ningún día, no hay dos noches parecidas, igual mirada en los ojos, dos besos que se repitan”. Corolario, vivamos hoy. (O)