El 11 de diciembre de 2008, la Asamblea General de la ONU designó el 19 de agosto como el Día Internacional de la Asistencia Humanitaria, para rendir tributo a aquellas personas que desde las agencias de las Naciones Unidas, las organizaciones no gubernamentales, las iglesias, organismos regionales o nacionales, han hecho de sus vidas un acto de servicio, ayudando a mitigar los efectos perversos de las crisis humanitarias en el mundo. Muchos de ellos han perecido y perecen cada año estando en funciones. Conmemora también el ataque que un camión bomba hiciera el 19 de agosto de 2003 en Bagdad, Irak, en el que 22 funcionarios de la ONU, entre ellos Sergio Vieira de Mello, representante especial del secretario general de la ONU para Iraq, perdieron la vida, y más de 100 personas resultaron heridas.

Los trabajadores humanitarios trabajan en diversas zonas de conflictos en el mundo, muchas de ellas en situaciones de violencia generalizada, de violaciones masivas de derechos humanos, de luchas de poder, en zonas de gran inseguridad, en medio de una gran fragilidad jurídica, tratando de responder en situaciones extremas a las necesidades básicas de millones de víctimas de conflictos armados, de conflictos internos y desastres naturales.

¿Qué es la asistencia humanitaria? Es el conjunto de acciones orientadas a aliviar el sufrimiento de las víctimas, a responder a sus necesidades esenciales, a garantizar su subsistencia. Implica proteger y defender los derechos fundamentales y la dignidad de las víctimas de conflictos armados o desastres naturales.

Brindada por instituciones nacionales o internacionales, va más allá de la ayuda de emergencia. De ser factible, trata de establecer vínculos entre emergencia, rehabilitación y desarrollo sostenible. Este último objetivo ha sido y es más complicado de alcanzar por las incidencias políticas que conlleva.

La asistencia humanitaria debe estar guiada por principios éticos y operativos, tales como los principios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia operativa. Desafortunadamente en los últimos años estos principios han sido y están siendo socavados, por intereses locales, regionales y de geopolítica.

Ataques a los trabajadores humanitarios. Entre 2006 y 2016, alrededor de 2.782 trabajadores humanitarios nacionales y 471 internacionales fueron víctimas de incidentes violentos. En 2017, murieron 139 trabajadores humanitarios, 102 resultaron heridos y 72 fueron secuestrados en el cumplimiento de su deber. En 2018, la violencia contra los trabajadores humanitarios dejó 131 muertos, 144 heridos y 130 secuestrados, en 35 países. En 2019, 483 trabajadores humanitarios fueron víctimas de 277 actos de violencia: 125 fueron asesinados, 234 heridos y 124 secuestrados, principalmente en Siria, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Afganistán, República Centroafricana, Yemen y Malí. En 2020, 475 trabajadores humanitarios fueron víctimas de ataques que dejaron 108 muertos, 242 heridos y 125 secuestrados, actos que mayormente tuvieron lugar en Sudán del Sur, Siria, la República Democrática del Congo, Etiopía, la República Centroafricana y Malí.

La situación actual en Afganistán es altamente peligrosa para la población como para los trabajadores humanitarios, siendo prioritario garantizar el acceso humanitario a quienes lo necesiten.

Las crisis humanitarias se agravan a causa de la ampliación del escenario del conflicto, de la presencia y violencia de bandas criminales vinculadas al narcotráfico, al tráfico de armas, al tráfico y trata de personas, a actividades terroristas, lo que en ocasiones dificulta el acceso de la población afectada a la asistencia.

Entre los responsables, están grupos armados nacionales paraestatales que tratan de acceder al control del Estado, tales como Boko Haram en Nigeria; grupos como Al Qaeda, o el grupo yihadista Estado Islámico, ambos de carácter internacional o bien grupos paramilitares o grupos guerrilleros, que tienen como objetivos controlar una región.

Un importante número de trabajadores humanitarios han resultado heridos o han muerto a causa de ofensivas militares ejecutadas por alianzas militares de carácter internacional por el control de rutas de tránsito de recursos naturales, cuando no el control directo de los recursos y de las comunidades. En otros casos se trata de ajustes de cuentas.

Necesidades humanitarias: En 2020 más de 168 millones de personas requirieron asistencia básica de supervivencia, de los cuales alrededor de 109 millones de personas con alta vulnerabilidad.

En 2021, a causa del COVID-19, alrededor de 235 millones de personas necesitan asistencia y protección humanitaria. El objetivo inmediato de la ONU y de las agencias socias es ayudar al menos a 160 millones de personas en 56 países que sufren hambre, conflictos armados, desplazamientos, enfermedades, el COVID-19 así como efectos del cambio climático. Sequías, inundaciones, ciclones tropicales afectan cada vez a más a muchas comunidades, aumentando la necesidad de asistencia humanitaria.

En el marco del acuerdo que establecen con el país anfitrión, las organizaciones que trabajan en la asistencia humanitaria tratan de crear/fortalecer redes locales de apoyo. Estas iniciativas se ven afectadas por ataques de grupos armados que tratan de someter a la población local por todos los medios, a la vez que intentan disuadir a los trabajadores humanitarios de trabajar en ciertas regiones. A pesar de las amenazas y de los riesgos cada vez mayores, miles de trabajadores humanitarios siguen activos en lugares de alta peligrosidad, a pesar de las dificultades cada vez mayores para brindar la asistencia humanitaria que urgentemente requieren millones de personas.

La gravedad de estos problemas requiere una acción inmediata de la comunidad internacional. La vida y la urgencia apremian. Hoy más que nunca la obligación es de actuar. (O)