Las más bajas pasiones han emergido de cierta política del Ecuador. Así van consolidándose con lo que son: una organización delincuencial. Dicho de otra manera, se han desnudado de pies a cabeza sin la barata vergüenza con la que algún día se disfrazaron, y estoy segura de que no todas sus entrañas las han expuesto todavía, por lo que tenemos que estar muy alertas.

Como hiedras infectadas se enredaron por todos lados, juzgados, fiscalías, policías, ministerios, empresas privadas, lavado de dinero, etc. Pues como casi todos los políticos embaucadores, a veces son simpáticos socialmente hablando, pero al final son solo ambición envenenada que ahora más que nunca están arranchando ferozmente la esperanza ciudadana por el país.

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Sin embargo, en medio de esta decepción sociopolítica que vivimos, deseo compartir una mirada que embellece delicadamente el panorama. Suerte o lección, sea lo que fuese, he podido atestiguar de cerca la vocación y amor con que sirven algunas mujeres.

Qué esperanzador ha sido acompañar a una mujer, se trata de una artista, a caminar varios kilómetros por la playa, Ella, preparada con agua, acompañada también de sus mascotas y funda en mano para ir recogiendo basura y plástico que tanto daño hacen a la Creación, dejando su huella de amor real en la arena. Capaz de ir haciendo esta limpieza mientras charla de otros temas y disfruta del paisaje. ¡Así de sencillo y aleccionador!

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Días atrás, estuve casualmente cerca de quien pudiendo hacer cualquier otra cosa que acreciente sus empresas o figura, se encarga de recoger animales, perros y gatos abandonados, sea por la indiferencia de quienes fueron sus dueños o por enfermedades graves. No solo se trata de la cadena de expertos, veterinarios y entrenadores que pone al pie de estos seres vivos que no tienen voz, es el amor que despliega en cada acto que hace, se nota claramente en la búsqueda de la medicina, en la convocatoria para que estos animalitos sean adoptados, cuando se entera de que ya pueden caminar, incluso cuando recibe la noticia que uno no superó la enfermedad y ha muerto.

Mujeres que tratan de vivir al son de la dirección que el corazón les marca, lo que las hace más libres y felices.

Las he conocido ya hace algunos años, sin embargo, esta actual cercanía me ha permitido recibir un baño de esperanza. Mujeres, invisibles o no, que sirven a otros sin alharacas y chorreando esperanza. Mujeres que no se han creado un ‘personaje’ que un día devore a quienes son realmente, como hemos visto algunos casos. Me refiero aquí a mujeres que ya no tienen -ni quieren- que comprobar nada a nadie, independientemente de la condición social o económica o profesión, sencillamente experimentan la realización humana dándose a sí mismas por una causa ajena al aplauso público. Buscan servir por misión, no por poder.

La vida me ha regalado estos días verlas más de cerca. Mujeres que hacen extraordinario lo ordinario. Su existencia es un bálsamo, un regalo esperanzador. Mujeres que tratan de vivir al son de la dirección que el corazón les marca, lo que las hace más libres y felices.

Gracias a ellas. Pues sí, Marcela, Liliana, Bethsaida, Cecilia, Larissa, Gabriela, y seguro más mujeres cerca de ustedes, en esta era del país, son la sal de la Tierra que ilumina con fecundidad la noche creada por la perversidad que sabemos tiene nombres. (O)