¿Cuán efectivas son las medidas que anunció el Gobierno para solucionar la crisis carcelaria? No hay duda de que el despliegue de 3.600 militares y policías para garantizar la seguridad puede ayudar, así como la construcción de nuevos reclusorios, el indulto a un grupo de privados de la libertad y la repatriación de presos extranjeros. Sin embargo, no se está mirando el problema de fondo: el narcotráfico y los grupos armados que se han ido consolidando en el Ecuador desde hace década y media.

Si seguimos la información hecha pública por varios medios de comunicación, desde la masacre de febrero pasado, mientras Lenín Moreno era presidente, se sabía que las cárceles no eran manejadas por el SNAI o ninguna institución del Estado. La calma en estos centros, pese a los problemas recurrentes (hacinamiento, poca rehabilitación, entre otros), era garantizada por Los Choneros, específicamente por alias Rasquiña, líder de la banda, quien a través de sus hombres imponía el orden.

El asesinato de Rasquiña en un centro comercial en su natal Manabí, a fines del año pasado, fue el anuncio de que las cosas se pondrían difíciles. ¿Acaso olvidaron los videos que circulaban por redes sociales y de mensajería instantánea de los integrantes de esa banda anunciando que no olvidarían a Rasquiña ni su muerte? ¡Salió hasta en los noticiarios de televisión!

Pero hay más: de los aproximadamente 39.000 privados de libertad, el 36 % está detenido por tráfico de drogas, eso significa que 14.040 presos pudieran mantener alguna relación con las bandas dedicadas a esta actividad. Sin embargo, las autoridades –hasta donde fue posible confirmar la información– no tienen un mapeo de cuánta gente, por fuera de la cárcel, está agrupada en Los Choneros, Los Lobos, Tigerones, Choneros Killers y Los Lagartos. ¿Qué se está pensando hacer con esos posibles miles de personas en guerra, es decir armadas y capaces de matar con la saña que hemos visto dentro de las cárceles? ¿Acaso todavía no está claro que es un negocio tan millonario que hay razones de sobra para matar a quien les estorbe? ¿Ya tienen algún plan si acaso el tema desborda a la fuerza pública?

En lo político, ¿ya se olvidaron de lo que ocurrió el 30 de septiembre de 2010? Aquel día un asesor presidencial, del gobierno de Rafael Correa, y un oficial (hoy en servicio pasivo) buscaron apoyo de esa banda, de los Ñetas y de los Latin King, para hacer frente a los supuestos hechos que ocurrían en las inmediaciones del hospital de la Policía Nacional. Hubo fotos que se publicaron y que circularon en su momento. ¿Qué tipo de validación les dio aquello a un grupo como Los Choneros? ¿Qué pasará si con violencia y miedo piden alguna nueva validación política?

La atención a este tema no puede caer exclusivamente en el Gobierno y en la fuerza pública. Este tema requiere de un pacto por la seguridad y la paz, como una salida trabajada por toda la clase política, por el país en conjunto. Caso contrario, estas bandas pueden convertirse en las temibles megabandas, tipo Los Mara (que se extiende desde EE. UU. hasta El Salvador), El Tren del Llano (Venezuela) o El Primer Comando de la Capital (Brasil). (O)