Los asistentes comprometidos con el sector han retornado con frustraciones de las distintas reuniones internacionales sobre cambio climático (27 hasta ahora), pues a pesar de constar en las agendas y sesiones preparatorias, nunca se han acordado asuntos concretos a favor de la agricultura, solo en la celebrada en Alemania en noviembre de 2017 en Bonn, la número 23, en la resolución denominada Koronivia o KJWA, se aprobó un mandato firme reconociendo la trascendencia agraria en el manejo del fenómeno atmosférico que tanto preocupa.

En esa decisión se consagra al campo como elemento fundamental para la subsistencia poblacional mundial, así como el rol inconmensurable que desempeña en la captación de carbono, factor básico de mitigación o reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, provocando un balance positivo entre lo que la agroindustria emite y lo que capturan los suelos productores en todas las regiones del planeta, que se observa inclusive en el cultivo de banano, desmitificando lo que se pensaba erróneamente que es un gran contaminador.

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La agricultura y la seguridad alimentaria serán temas centrales de las conferencias climáticas auspiciadas por la ONU, oportunidad que deben aprovechar países en desarrollo para impulsar transformaciones trascendentales en los sistemas de cultivo, irrebatible argumento para exigir compensaciones por los impactos que las naciones desarrolladas ocasionan con sus voluminosas emisiones, origen de los traumas climáticos como inundaciones y sequías. Conduele observar que las grandes cifras de financiamiento o ayudas directas no se evidencian en beneficio nacional, ni en proyectos, peor en montos entregados a los damnificados. ¿Será que no se gestionan?

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En escenarios extremos lo básico es asegurar el suministro de alimentos, cuya respuesta estará siempre centrada en la capacidad de generarlos, que tenga lo agropecuario y forestal, obligando a los organizadores de los convites internacionales a tener en cuenta a los campesinos y a sus líderes como figuras protagónicas, ejes de las discusiones; sin embargo, es excepcional constatar su presencia en los foros mundiales, acorde con la ausencia de autoridades agrícolas con capacidad política de decisión. El ministerio ecuatoriano del ramo está en segundo plano, mientras se han rescatado en los eventos aspectos que le incumben, como innovación, tecnología, ciencia de los cultivos, la agricultura digital y de precisión, la agro-biotecnología, como factores protectores de las siembras y potenciadores de productividad y rentabilidad del agro.

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Resaltable de la COP27 de Egipto fue el énfasis político dado a la “justicia climática”, que pone en aprietos a los grandes grupos contaminantes que tendrán que indemnizar los quebrantos que el uso de carbono energético ha ocasionado a poblaciones indefensas de Estados con alta pobreza, que sufren penalidades que otros han provocado con sus difusiones. Además, se deduce que nada se avanzó en el tema de la avería y degradación de suelos productivos vivos, convertidos en inertes por obra de los engendros climáticos que los poderosos han causado. (O)