En los últimos días, se han dado a conocer algunas acciones para actualizar, modernizar y fortalecer a la Policía. Estas acciones son fundamentales para garantizar la seguridad de los ciudadanos y combatir a la delincuencia individual y a la delincuencia organizada. Es, debe ser, una buena respuesta para la circunstancia en que vivimos. Pero no debemos olvidar que la semilla está sembrada, lo indica claramente la presencia de jóvenes y adolescentes, muchos sin escuela y sin trabajo, involucrados en bandas y en sicariato.

Y para evitar el efecto multiplicador de la falsa oferta de felicidad que es la tentación del dinero rápido y fácil, que lleva a la delincuencia, no es suficiente la acción policial. Se requieren personal especializado en rehabilitación y un sistema educativo que vaya más allá de preparar maestros para que transfieran conocimientos que, a veces, son apenas información o memorización.

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En algunos gobiernos se ha hablado de reforma educativa y, seamos francos, ¿esas reformas se reflejan en el ejercicio real de la ciudadanía y en cambio de conductas y apreciación de valores colectivos? ¿Esas reformas nos han llevado a entender que lo del Estado es de todos y que sus recursos no deben ser utilizados para fines personales como parecen interpretar algunos que pasaron por la función pública? ¿Esas reformas han servido para formar ciudadanos críticos conscientes de sus deberes y sus derechos? Hay muchas otras preguntas al respecto. Estoy segura, amigos lectores, de que ustedes tienen varias.

Los efectos de una acción policial eficiente y sostenida se verán a corto plazo. Los de una educación que prepare para la vida y para una ciudadanía activa y responsable, se verán más tarde, pero para eso es necesario comenzar ya.

Pero no puede haber reforma educativa sin un cambio profundo en la formación de los maestros, que los prepare para convertir en realidad lo que señala el artículo 27 de nuestra Constitución: “La educación se centrará en el ser humano y garantizará su desarrollo holístico, en el marco del respeto a los derechos humanos, al medio ambiente sustentable y a la democracia, será obligatoria, intercultural, democrática, incluyente y diversa, de calidad y calidez, impulsará la equidad de género, la justicia, la solidaridad y la paz, estimulará el sentido crítico, el arte y la cultura física, la iniciativa individual y comunitaria y el desarrollo de competencias y capacidades para crear y trabajar”.

Declarar esto y escribirlo, es fácil, trabajar para lograrlo, no. Ser maestro requiere una formación específica que se centre en el conocimiento del ser humano y sus etapas de desarrollo, en otras palabras que su meta sea acompañarlo en ese proceso ayudándolo a desarrollar todo lo que un ser humano, además de un ser biológico, es: razón para elaborar pensamiento crítico, imaginación para crear e innovar, inteligencia emocional para ser capaces de controlar y vivir sus emociones, libertad para ejercerla con responsabilidad, sociabilidad para participar en la vida colectiva positivamente.

Los efectos de una acción policial eficiente y sostenida se verán a corto plazo. Los de una educación que prepare para la vida y para una ciudadanía activa y responsable, se verán más tarde, pero para eso es necesario comenzar ya. (O)