La suerte está echada. El presidente Guillermo Lasso ha cruzado el Rubicón y jugado la carta más poderosa que le da la Constitución: el artículo 148, la llamada muerte cruzada. La Asamblea, una de las más desprestigiadas de nuestra historia republicana, se va para su casa y, en seis meses, nosotros, los ecuatorianos, regresaremos a las urnas para decidir el futuro de nuestro país.

La decisión del presidente ha tomado un riesgo enorme, pero era quizá la única salida a una situación política completamente insalvable. Desde prácticamente el inicio de sus mandatos, el Poder Ejecutivo y el Legislativo, lejos de trabajar juntos para dar respuesta a los gravísimos problemas que azotan a nuestro país, han estado enfrascados en mezquinas disputas de poder. Nos hallábamos ante un Estado totalmente paralizado, dividido e inoperante, todo esto al mismo tiempo que nos enfrentamos a la peor crisis de seguridad de nuestra historia. Incluso si el presidente hubiese ganado este juicio político, solo habríamos regresado a una situación estancada donde, como la ahora exasambleísta Mireya Pazmiño admitió sin empacho, la Asamblea simplemente hubiese seguido buscando otras formas creativas de tumbar al presidente, aunque sea declarándolo mentalmente incapaz.

Noticias sobre la muerte cruzada

A lo largo de su mandato, Guillermo Lasso ha culpado a la Asamblea de todos los problemas de su gobierno. Las razones no le faltaban. ¿Qué habría pasado si tan solo un tercio del tiempo y la energía que la Asamblea dedicó a sus repetidos intentos de golpe de Estado hubiesen sido dirigidos a resolver problemas como la inseguridad, la desnutrición o la violencia doméstica? ¿Qué habría pasado si, en vez de tener que defenderse constantemente de intentos de destitución, el presidente se hubiese dedicado de lleno a implementar el plan político por el cual los ecuatorianos votamos el 11 de abril 2021? Es fútil especular respecto a pasados que nunca fueron, pero durante los próximos seis meses el presidente tendrá la oportunidad de probar al país que decía la verdad y que efectivamente los problemas que han plagado su mandato no eran culpa suya. Ya no hay excusas.

A lo largo de su mandato, Guillermo Lasso ha culpado a la Asamblea de todos los problemas de su gobierno.

Guillermo Lasso ha dejado ya entrever su intención a reelegirse. Si lo hace, estará en una posición única: la de ser candidato y presidente a la vez sin un órgano legislativo que le pueda hacer contrapeso. Su campaña será entonces no de promesas, sino de resultados. Si con los vastos poderes que el presidente ostentará en los próximos meses logra mejorar palpablemente los graves problemas que aquejan al ciudadano común, particularmente la crisis de seguridad, entonces quizá pueda volver a realizar el mismo milagro que obró en su segunda vuelta presidencial y pasar de tener menos del 20 % de aprobación a volver a ganar las elecciones.

Pero si no lo logra, las consecuencias serán desastrosas, pues su candidatura simplemente fraccionará el voto de la mayoría de ecuatorianos que, pese a estar descontentos con el actual manejo del país, no desean regresar al autoritarismo de la década perdida. ¿Logrará el presidente su cometido?

Alea iacta est (o en español: ‘la suerte está echada’). (O)