En días anteriores, un candidato a la Prefectura del Guayas dijo, en un acto proselitista, que a su paso “salen las hembras y no sacan el pañuelo sino el calzón”. El dicho provocó un aluvión inmediato y pasajero de adjetivos descalificativos en las redes sociales. Tuve que mirar el video dos veces para verificar que el episodio ocurrió, porque el incidente merece una reflexión que supere la mera adjetivación. No conozco al personaje, me limito a leer su discurso como el producto de un anacronismo andante, parlante y vigente en nuestra sociedad. Una reliquia de una ‘ideología’ sobre las relaciones entre los hombres y las mujeres. Un fenómeno fuera de época que, sin embargo, mantiene presencia y pretende seducir a las masas narcotizadas. Un flash back de los ‘cachos colorados’ que contábamos hace más de medio siglo, cuando éramos adolescentes, cuando aún había la ‘sal quiteña’ y antes de que el meme matara al ‘cacho’ como el video mató a la estrella de la radio, según la canción.

Entonces se me ocurre una alternativa. O bien el personaje realizó una lectura trasnochada de la ‘Psicología de las masas’ en el pasaje donde Freud desarrolla la hipótesis de que en esos fenómenos la libido de la multitud converge sobre el líder. O bien el sujeto está convencido de que su pinta y su palabra suscitan el inmediato interés amoroso de las mujeres, y de algunos hombres, en su provincia. O ambas, porque el candidato parece persuadido de su encanto. Al margen de la alternativa y de los lugares comunes sobre el machismo, es un discurso que sobrevive ignorando que las relaciones entre los sexos han cambiado a la vuelta de los siglos, y que hoy en día los hombres ya no podemos hablar del placer sexual de las mujeres en el nombre de ellas, y que solo ellas pueden decir algo acerca de su deseo y su propio goce. Por eso, la revelación postrera y más honesta de Sigmund Freud fue cuando él admitió que, después de tantos años y tantas pacientes, aún no sabía lo que quiere una mujer.

Por otro lado, como siempre, el episodio sirvió para la consabida pelea en las redes entre ‘correísmo contra anticorreísmo’, con el socialcristianismo de comodín y la Izquierda Democrática gozando de su habitual voyerismo. Aprovechando el dicho del candidato y su sombrero, menudearon las alusiones al machismo de los presidentes del Ecuador y sus frases. Desde el inaugural “yo no me a... jamás” del desaparecido LFC; pasando por el solapado “(ándate a la) v...” que RCD les hizo decir a unos colegiales en su nombre, durante una de sus primeras sabatinas; hasta el existencialista “ya qué ch...” del actual vecino de Carondelet. No hay ‘buenas y malas palabras’. Solo hay las que decimos en lugar de otras para producir variados afectos y diferentes efectos de sentido, buscados o indeseados. En todo caso, le corresponde a Jimmy Jairala decir si ratifica a su compañero de fórmula para la Prefectura. Si lo hace, le estaría apostando a la posibilidad de que, aunque Freud nunca lo supo, su candidato del Borsalino (o el Jipijapa) sí sabe lo que quieren ‘las hembritas’, como las llamábamos los aquel entonces adolescentes machotes, allá por el año de 1969 d. C. (O)