En sentido amplio y coloquial esta palabra significa que con alguna sustancia o acción se impide que se den ciertas reacciones o consecuencias debidas al efecto previsible que produciría cualquiera de esas dos causas o fuentes. Su utilización específica tiene que ver con la cualidad de ser un elemento que neutraliza los efectos de otro venenoso o tóxico. Su empleo generalizado dice lo mismo, pero su aplicación no tiene que ver solo con la química del veneno, sino por analogía, con los efectos igualmente mortales de acciones humanas que destruyen y conllevan extinción y muerte.

Desde la segunda acepción, el antídoto que evitaría los procesos de deterioro y extinción que son evidentes y planean sobre el planeta y todas sus formas de vidas se relaciona con acciones conscientes orientadas a la preservación y mantenimiento de toda criatura y especie que forman parte de un todo, que se sostienen a sí mismas por su interdependencia con las otras y nunca por sí solas, de manera individual. El antídoto para la destrucción es entonces el fortalecimiento y la adopción de formas de ser y estar que tengan como objetivo la sostenibilidad de lo que está vivo. Se puede llegar a ese estado de conciencia y de acción desde muchos puntos de partida. Se puede rescatar la sabiduría ancestral de todas las sociedades del planeta que defienden la totalidad y complejidad de la vida y, también, se puede validar algunas aproximaciones de la cultura contemporánea que defienden la relación e interdependencia de las partes entre sí y con el todo.

... estos enfoques iniciales deben ser analizados y cultivados en los procesos educativos nacionales y mundiales.

Los dos puntos de partida no invalidan a todos los otros que no son mencionados, que también existen y tienen el mismo objetivo. Si partimos de esta suerte de concentración del análisis y de la propuesta, podemos decir que estos enfoques iniciales deben ser analizados y cultivados en los procesos educativos nacionales y mundiales. Entre nosotros y también en los otros pueblos que tienen aún influencia importante de lo ancestral o autóctono, se debe trabajar analizando –para comprender, incorporar y actuar– la propuesta tradicional de la relación del hombre y la naturaleza considerada como el gran espacio que nos cobija a todos los seres humanos y a las otras criaturas en un entorno vivo y dinámico, a través de claros procesos que formen parte del sistema nacional de educación. De igual forma, la otra vertiente, la contemporánea que se basa en el conocimiento científico que igualmente da cuenta de la interdependencia entre todos los elementos que conforman la naturaleza, también debe formar parte de los contenidos educativos.

El antídoto para la destrucción y la decadencia es la educación para toda la sociedad sobre la importancia de la vida en todas sus expresiones, así como el cuidado permanente que debemos tener con los finitos recursos naturales de los cuales dependemos absolutamente. La sabiduría ancestral de los pueblos originarios de nuestro territorio y la contemporaneidad científica representada por la ingeniería climática, alta tecnología, inteligencia artificial y otras expresiones de conocimiento racional objetivo coinciden en una meta común, la sostenibilidad de la vida. (O)