La expresión fue del Emperador Augusto que gobernó Roma desde el año 27 a. C. hasta el 14 d. C. El historiador Suetonio recoge otra del mismo Augusto, “Caminad lentamente, si queréis llegar más pronto a un trabajo bien hecho”. Varios personajes –a través de los siglos– han expresado frases con similar significado, siendo conocido el refrán “vísteme despacio, que tengo prisa”.

Y no hay contradicción. Si en decisiones y acciones se quiere alcanzar los resultados que se persiguen, requiere ceñirse a lo que se debe hacer.

Y la recomendación va desde lo cotidiano –si desea llegar urgentemente a un destino, hay que conducir con cuidado, para no sufrir un accidente– en los trabajos privados y en la gestión pública.

Nunca privilegiar el show –aun con sustentos en lo principal– por el riesgo de efectos contrarios y de condena a perjuicios, que podrían ser cuantiosos para el Estado y los ciudadanos.

Los autoritarios y demagogos prefieren el show.

Es el caso de los fallos internacionales que le han caído al Ecuador –y hay procesos en trámites– con costos de cientos de millones de dólares en indemnizaciones, como consecuencia de que lo más importante en el correato fue la notoriedad de la noticia, de que se expulsaba a un contratista, o se desconocía un contrato, porque podría haber habido motivos para jurídicamente darle fin a un contrato o demandar su corrección, pero debía trabajarse bien el proceso para alcanzar la finalidad que se perseguía.

El Estado debe repetir lo que se le ordena pagar en los fallos, contra los responsables, aun cuando no haya posibilidad de recuperar los valores, para que quede el precedente de que las cosas no deben resolverse en espectáculos tipo sabatinas –rompiendo ejemplares de instrumentos que querían desconocerse– o con actuaciones parecidas.

Igual reflexión sobre inversiones.

Es el caso de la Refinería de Manabí, en que se han invertido 1.531 millones de dólares y no se ha pasado del relleno y la compactación del macroterreno, obra preanunciada por Rafael Correa y Hugo Chávez, en julio del 2008, para inaugurar el 2013. Chávez anunció que Venezuela entregaría el crudo que se requeriría en los años por venir. Hoy Venezuela debe importar crudo y derivados.

Y está el caso de la ejecución del proyecto hidroeléctrico denominado Coca Codo Sinclair, sobre el cual los estudios, de antes del correato, precisaban que se requería que se dé en dos etapas –para 432 MW diarios y 427 MW, en su orden, que sumaban 859 MW– a fin de que, verificada la eficiencia de la primera etapa, solo ahí se pase a la segunda. Con el correato se despreciaron los estudios existentes y se hizo un combo de estudios, financiamiento y construcción, para un solo proceso constructivo destinado a generar 1.500 MW diarios. La inauguración se realizó el 18 de noviembre del 2016. La generación efectiva nunca se ha acercado a lo ofrecido. Y hay alto riesgo de daños materiales por erosiones y en lo constructivo de la propia central, que complica la obtención de reaseguros. Los costos finales excedieron con creces los cálculos de cuando se decidieron las obras para 1.500 MW. En su entorno hay severos tufos de corrupción. (O)