Un 25 de noviembre, el día de la no violencia de género en la ruralidad, es como otros días donde todas las warmis están en las actividades diarias, cocinando en la tullpa, cortando hierba para los cuyes, separando las semillas, estudiando, laborando. Pensando en este marco del 25N, y la necesidad de crear espacios de reflexión sobre nosotras, el lunes 21 de noviembre del 2022 preparamos –con las hermanas de lucha– un taller de autocuidado con mamitas parteras de la comunidad. Los derechos para las mujeres que se luchan en lo urbano son necesarios de ser socializados y también situados en conjunto con las warmis de la comunidad y viceversa.

Al terminar el taller nos invadió una inmensa alegría por compartir estos espacios de diálogo que poco existen, también surgieron reflexiones sobre el cuidado. Y es que cuidar colectivamente implica trabajo y manos para sostenerlo. Para quienes acompañamos procesos de (auto)cuidado significa cuidar nuestra propia vulnerabilidad y a la vez sostener a la compañera. Ese cuidado y ese cansancio a veces suele tener tendencia a verse como parte de la mujer fuerte o sinchi warmi que puede sostenerlo todo, algo así como una naturalización del sacrificio.

.... los espacios de ‘autocuidado’ son importantes fortaleciendo el propio cuidado desde nuestras prácticas comunitarias.

Hay una línea muy delgada al respecto. Ser mujeres y la noción de sacrificio (Jaramillo, 2013) puede cavar los huecos de la tradicional posición de las mujeres y la función maternal caracterizada por un acto de dedicación, abnegación, paciencia y renuncia a sí misma, renuncia al propio deseo y aspiraciones, claro que hay una prevalencia al bienestar y logros del otro, pero nos deja en una posición poco consciente de nosotras mismas y nuestro cuidado.

Pensando al respecto, al terminar el taller, nos preguntamos con mi compañera Tamya qué implica ser mujer fuerte/sinchi warmi. Nos preguntamos ¿cuál es el costo de dejar de cuidarnos y cuidar a todas?, ¿cuándo olvidamos nuestra propia importancia?, ¿cuándo podemos olvidarnos de nosotras? Esto nos ha pasado en varias ocasiones, que como mujeres kichwas jóvenes estamos en la práctica de ese cuidado interno además del cuidado colectivo hacia nuestras compañeras kichwas de la comunidad. Y lo necesario que ha sido también reflexionar sobre cómo acompañamos para sanar, luchar, sostener. Entrar en estos procesos de (auto)cuidado implica estar conscientes de nosotras y de las demás. También luchar contra los patrones de “la madre abnegada”, y hablar de mujeres fuertes reconociendo que somos cuidadoras y que esto es un trabajo, que ser sinchi warmikuna puede ser un ideal si no reconocemos nuestras vulnerabilidades. Que somos cíclicas, con diversidad de (im)perfecciones, con diversos trabajos en el activismo, la profesión, la defensa de la tierra, el cuidado en la casa, en el trabajo. Es importante nombrar/estar conscientes de todo el trabajo que implica cuidar/sanar y sostenerlo. Saber que no siempre estamos fuertes, no siempre disfrutamos del cuidado, también necesitamos del derecho al descanso, al silencio, a la pausa después de (auto)sostener/nos. Saber que los espacios de autocuidado son importantes fortaleciendo el propio cuidado desde nuestras prácticas comunitarias. (O)