El mundo ha caído en la preocupación del retorno de la inflación, que en EE. UU. alcanza el 7 % anual, y en otros países entre 5 % y 10 % (sin nombrar irresponsables como Venezuela o Argentina). Y ahora se mira hacia los bancos centrales (BC) para tomar medidas adecuadas que lo controlen. Ahí surgen preguntas: ¿cuál es la causa de este brote inflacionario, y en particular la responsabilidad de esos mismos BC? ¿Acaso no ha existido desde hace mucho tiempo un proceso inflacionario en activos, aunque no en precios al consumidor? ¿Qué instrumentos se pueden utilizar? Y de manera más importante, ¿realmente los BC cumplen y pueden cumplir adecuadamente sus roles? Por eso hago una evaluación general de los BC y la próxima semana miraré hacia la actual situación de inflación.

¿Qué son los BC? Instituciones dirigidas por grupo de expertos con experiencia teórica y práctica de alto nivel, apoyado por técnicos que aportan análisis e información.

¿Su rol? Evaluar en qué momento las economías requieren de ajustes en las tasas de interés y de la creación de más o menos recursos monetarios, con el único fin de mantener bajo control la inflación (ejemplo, caso del BC europeo), o un doble fin que es mantener la inflación y un ‘razonable’ crecimiento de la actividad económica (caso de la Reserva Federal de EE. UU. y muchos otros BC).

¿Por qué ese rol? Se considera que debe haber un ente centralizado que coordine los mercados monetarios y financieros, porque de manera descentralizada el propio mercado no lo hace adecuadamente.

¿Cómo se escoge a estos expertos? Frecuentemente en procesos entre Ejecutivo y Legislativo, pero sobre todo con el criterio de su independencia en relación al poder político (‘que no reciban órdenes de arriba’); proceso bastante criticado porque tienen un enorme poder antidemocrático (al no ser electos) y no son independientes de los intereses específicos del sistema financiero.

¿Cumplen bien su rol? En un extremo están los que consideran que lo hacen relativamente bien (dentro de las imperfecciones institucionales), en el otro los que proponen su abolición (como sucedía hasta entrado el siglo XIX). Esta última posición se sustenta en un factor clave: es absolutamente pretencioso creer que un grupo ‘desde afuera’ (con enorme discrecionalidad) pueda tener una influencia positiva sobre un mercado complejo como el monetario/financiero, porque no disponen nunca de la información suficientemente amplia y a tiempo, porque el mercado intenta anticipar sus decisiones y por ende sus impactos ya son sesgados, y porque en un sistema complejo las ‘manivelas’ que puede utilizar son absolutamente inadecuadas.

¿Hay alternativas? Claro, un sistema con reglas claras de entorno y sin bancos centrales (o incluso con ellos, pero limitados). Ejemplo, volver a un sistema como el patrón oro, donde la cantidad de oro casi por definición es limitada y por ende es limitada la creación monetaria. Ejemplo, responsabilidad para impedir que los bancos privados puedan ser rescatados cuando les va mal. Ejemplo, los Gobiernos no pueden recibir préstamos de los bancos privados sin que exista respaldo real o, mejor, simplemente cero préstamos (tema que históricamente ha debilitado a los bancos)… ¡Sí hay otras opciones! (O)