Corría junio de 2008 y dentro de la especialización de Derecho Constitucional que dictaba la Universidad de Salamanca había una materia denominada Corrupción y derecho constitucional, impartida por el doctor Rafael Bustos Gisbert, brillante catedrático con maestría en la universidad de Bristol, Reino Unido.

Debo reconocer que no me esperaba una materia con ese título. No porque la corrupción no sea parte de la vida cotidiana de quienes ejercemos la profesión, al menos en este lado del mundo, sino porque no me la esperaba mezclada con el estudio del derecho constitucional.

Lo más interesante de la cátedra fue la muy particular forma de abordar la materia por parte del doctor Bustos: desde la academia, pero aterrizada a la casuística, combinando la experiencia británica y la rigurosa forma de estructurar los presupuestos ministeriales en Inglaterra, con el desparpajo y cinismo de nuestros políticos y gobernantes.

Traigo a colación esta reseña de una experiencia personal, que comparto con usted, amigo lector, para rescatar de ella una frase del doctor Bustos que siempre recuerdo, y que, con motivo de la crisis que vive el Gobierno nacional, cobra vigencia: “Los ministros nunca salen por escándalos de corrupción o denuncias de la oposición sino por reestructuración del gabinete...” (casi textual).

La investigación periodística realizada por La Posta, denominada El Gran Padrino, rebautizada por la Fiscalía como Caso Encuentro, ha significado una barredera de importantes cargos públicos en el Gobierno.

Sin duda, este es el momento más crítico del Gobierno y superarlo es indispensable, no solo para el prestigio del presidente, sino para la estabilidad social, económica y política de la nación.

Aunque en la forma muchas aparezcan como renuncias (reestructuración de gabinete), la realidad es que se trata del más duro golpe a la imagen y credibilidad del Gobierno y vale la pena decirlo, del presidente. Porque este gobierno es Guillermo Lasso y se sostiene únicamente por él.

Al momento de escribir esta columna, mientras continúan las investigaciones en la Fiscalía y las comparecencias en la comisión especial creada para investigar este grave y delicado caso, ya soplan vientos de juicio político. Ello sin descartar que aparezcan nuevas revelaciones, o que la Fiscalía realice un nuevo operativo que ponga más presión sobre el Ejecutivo. Y como si lo descrito no fuese suficientemente grave, la dirigencia indígena analiza nuevas movilizaciones.

Sin duda, este es el momento más crítico del Gobierno y superarlo es indispensable, no solo para el prestigio del presidente, sino para la estabilidad social, económica y política de la nación. Y para ello, quienes están al frente necesitan cabeza fría: madurez, inteligencia emocional y humildad.

Madurez para comprender que el país esta por encima de rencillas personales; para delegar atribuciones a los funcionarios capaces y experimentados y traer a los que hagan falta; y para abandonar en manos de la justicia a los funcionarios, amigos o familiares que pudieron haber traicionado la confianza personal y con ello, al país. Inteligencia emocional para pensar lo que se dice y no decir lo que se piensa. Y finalmente, humildad para entender que si el Gobierno llega a superar esta crisis, no será porque es fuerte, ni popular, sino porque, en alguna medida, los ecuatorianos no queremos volver al caos. (O)