Hace muchos años podíamos disfrutar en EL UNIVERSO de la caricatura diaria de “Aunque usted no lo crea”, de Robert Ripley. Dicha caricatura presentaba casos insólitos, difíciles de creer. Ya no tenemos esas caricaturas en el Ecuador, y ahora la franquicia tiene “museos” o lugares de entretenimiento en varios lugares del mundo que recogen estas curiosidades.

Pero si Ripley viviera hoy ni él mismo habría creído el escándalo suscitado en Chile, por dos “tesis académicas” de la Universidad de Chile que promueven la pedofilia y tratan de justificarla académicamente.

Si los lectores no creen esto, les sugiero ver la publicación Chile: tesis a favor de la pedofilia desatan un escándalo del sitio Carasycaretas.com.uy, que hace un análisis muy completo de este tema.

Para que los lectores de esta columna vean el alcance de lo sucedido copio una cita de ese análisis: “Pedófilos e infantes: pliegues y repliegues del deseo” y “El deseo negado del pedagogo: ser pedófilo” son los títulos de los trabajos de investigación que generaron estupor por justificar el abuso sexual infantil, y que todavía pueden ser consultados en el repositorio web de la universidad.

Fotos de niños en redes sociales, un peligro al que padres abastecen a pedófilos sin notarlo

La gran promotora de estas tesis es la “académica” Olga Grau Duhart, que si los lectores la analizan a través de Google, como se dice hoy si “la googlean”, podrán ver que sus distorsiones y concepciones son aberrantes.

Si la pedofilia es elevada a virtud, debemos preguntarnos hasta dónde podemos llegar en Occidente...

Pero lo más grave de todo esto es que inicialmente la Universidad de Chile defendió la validez científica y académica de tales tesis, argumentando que habían cumplido las condiciones académicas de investigación. Es cuando ya el escándalo sube de tono que la universidad comienza a ver cómo sale del embrollo.

Cuando las redes sociales se inundaron de duras críticas, cuando académicos serios protestaron desde varios países del mundo, la Facultad de Humanidades y Filosofía empezó a buscar el lenguaje que les permita en algo lavarse la cara, pero no lo podrán lograr por lo que han hecho y dicho que ya quedó escrito.

El mismísimo ministro de Educación del Gobierno “progresista” de Chile condenó estas tesis y dijo que atentaban contra los derechos fundamentales de los niños.

Cuando Benedicto XVI habló sobre la “dictadura del relativismo” que vivimos en el mundo de hoy no se equivocó. Si hay una prueba (de Ripley) del relativismo es justificar “científicamente y académicamente” que se pueda destruir la vida de niños, atacando sus más elementales derechos y promoviendo su corrupción.

Quienes sustentan estas tesis nos llaman “intolerantes” y nos dan mil calificativos más a los que creemos que la ideología de género y otras aberraciones como la de estos dos “académicos” atentan y destruyen a nuestras sociedades. ¿Qué calificativo les damos a ellos?

Bob Dylan, el príncipe Andrés y curas de alto rango: las 9.000 demandas por abuso sexual a menores que llegan a los tribunales de Nueva York décadas después

Si la pedofilia es elevada a virtud, debemos preguntarnos hasta dónde podemos llegar en Occidente por “el respeto a la opinión y la academia”. Todo tiene y debe tener límites. Yo creí que la ideología de género era la última y peor de las maldades. Pero en la Universidad de Chile les ganaron, y de largo. Dios proteja a nuestras sociedades. (O)