Las cosas están cambiando rápido. En ese contexto, como sociedad, tenemos la irrupción de una nueva generación, mientras estudiábamos a los mileniales, ese grupo de nativos digitales que marcaron el inicio de un nuevo paradigma, apareció la generación Z o centeniales, que son parecidos pero no son lo mismo.

Un grupo de personas nacidas entre 1994 y 2010, que hoy tienen entre 11 y 27 años. No conocen el mundo sin smartphones ni internet. Nacieron moviéndose en el mundo líquido, con la incertidumbre como su hábitat, no se aferran a tradiciones, no les tienen miedo a los cambios, podría decirse que viven secuestrados por las redes sociales, autorreferentes, con una construcción del espacio social arbitraria que los lleva a pensar que el mundo es como son ellos. Con menor capacidad para el pensamiento crítico, ya que viven en el vértigo de los aparatos digitales en todo momento. Buscan experiencias de goce inmediato y ven al otro como espectáculo.

Esta podría ser una manera de definirlos, y si bien alguno o todos esos datos pueden ser ciertos, una descripción así pareciera ser mediada por un mundo adulto, que ve a esta generación con distancia, desde su vereda.

En una charla TED, Rogelio Umaña planteó que se vive una suerte de jovenofobia, sustentada en una cultura de la desconfianza que está más basada en lo que yo no entiendo que en lo que ellos entienden, donde simplemente porque están en un celular, están haciendo algo malo.

En esa conferencia encontré un comentario que decía textualmente: “Ser de la generación Z y escuchar a un adulto hablar de nosotros de forma positiva… guau, parece que no todo el mundo cree que somos basura, realmente alentador, ojalá todos los adultos vieran esto”.

Una declaración sincera que hace repensar la cómoda posición desde donde a veces evaluamos y criticamos a esta generación. Y si bien ya hablamos de posibles aspectos negativos, también podemos decir que son un grupo mucho más abierto a la colaboración que generaciones anteriores, en el ámbito laboral no buscan altos puestos gerenciales, prefieren el trabajo en equipo. El mundo digital no es un medio, es un contexto donde viven, donde se inspiran entre ellos. Son capaces de autogestionar su educación en YouTube y otros medios. Piensan sobre los efectos que podrían traer a la sociedad y el medioambiente los productos que consumen. Son participativos, no les gusta ser espectadores, luchan por causas, creen que pueden cambiar el mundo. Promueven la diversidad y la inclusión y no tienen miedo al borrón y cuenta nueva.

Uno de los trucos del ser humano consiste en nombrar y definir para controlar. Lo cierto es que estamos en el medio de un suceder diferente, nuevo, poco predecible, donde es difícil tener las cosas claras, y es más conveniente estar abiertos, observando cómo podemos potenciar las relaciones y fortalecernos como sociedad desde las distintas miradas, antes de descalificar y clasificar. Marshall McLuhan decía: “Damos forma a nuestras herramientas y ellas nos dan forma a nosotros”. (O)