Las grandes diferencias entre las sociedades que generan, difunden y comercializan conocimiento a través de mecanismos que pasan siempre por el rédito económico buscado y alcanzado, con las que no lo producen y solo lo consumen en sus diferentes presentaciones, es una realidad que quiere ser atenuada por organizaciones internacionales que tienen como objetivo declarado la construcción de un mundo mejor. Las dos posiciones, la que vela por el mantenimiento de su poder y constante enriquecimiento y la que pretende que la ciencia y la riqueza sean compartidas, mantienen un diálogo abierto en el cual la postura de los que tienen el conocimiento se reafirma, como también lo hacen las posiciones contestatarias y críticas que buscan aportar para el advenimiento de una realidad diferente.

En este marco se dan una serie de reivindicaciones por parte de las sociedades pobres que quieren beneficiarse más de lo que producen las ricas, que lo son por méritos propios y también por históricos procesos de conquista y aprovechamiento de los recursos de los países con niveles menores de desarrollo. La riqueza y el progreso de los unos está atada, en parte, a la pobreza de los otros. Por eso, por irrefutable, es que el discurso global que busca equidad en la repartición de los beneficios es compartido por las dos partes, pese a que en la práctica aún falta mucho por hacer, pues las diferencias actuales todavía son abismales.

El concepto de ciencia abierta es uno de los productos culturales de esta reivindicación social planetaria. Propone que la producción científica, que mayoritariamente proviene de los países desarrollados, sea más accesible a toda la humanidad y se genere respondiendo a las reales necesidades de la sociedad, evitando la masiva producción tecnológica destinada a lo suntuario y alienante, tan redituable para tan pocos y tan nociva para tantos.

(...) dos iniciativas que contribuyen con la construcción de un equilibrio global sustentado en la justicia y equidad.

Este criterio, ciencia abierta, que está basado en una aproximación ética a la realidad de la producción y utilización del conocimiento, tiene como objetivo fomentar la cooperación internacional entre investigadores, así como la publicación sin costo de ese saber en revistas abiertas que contribuyan a superar la realidad contemporánea de lucro y exclusión revestida de exigencia académica. Así, el sonoro y vacuo criterio de publicaciones de alto impacto, que en realidad no lo son, es seriamente criticado cuando se plantea el diálogo directo entre investigadores y sociedad.

Un segundo concepto, en este escenario que quiere construir un mundo mejor, impulsado por organizaciones como la Unesco, es el que proviene de la contestación moral a la tradicional noción de propiedad intelectual que menoscaba las reales posibilidades de utilización del conocimiento para enfrentar problemas como la pobreza, el cambio climático y la salud pública, al mismo tiempo que restringe el uso de productos y frena el desarrollo de inventores e innovadores de países pobres.

Estos conceptos, ciencia abierta y propiedad intelectual –críticamente analizada– son solamente dos iniciativas que contribuyen con la construcción de un equilibrio global sustentado en la justicia y equidad. (O)