Desde hace mucho tiempo se conoce que los factores astronómicos influyen en el comportamiento de los cultivos, existiendo la incógnita de si ese hecho obedece a las fases de la luna y a la acción de su gravedad en las tareas agrícolas y las funciones de las plantas. Es tanto esa certidumbre que anualmente se elaboran calendarios de siembra, riego, cosecha, al ritmo de los movimientos del satélite terráqueo. Por milenios los agricultores se han regido por ese convencimiento para explicarse recolecciones exitosas.

Los saberes tradicionales se mantienen vigentes en las comunidades campesinas con identidad propia, diferenciándolas culturalmente, configurando una respetable forma de vivir mantenida desde tiempos inmemorables que es necesario proteger, estudiar y darle sustento científico, especialmente en lo relacionado con el desarrollo agrícola. En esa perspectiva se inscribe el trabajo de la astrónoma y astrofísica ecuatoriana Marcela Morillo y su colega Madeleine Rojas, a las que se une Yesenia Shuguli.

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Se pretende sumar a los saberes milenarios un ingrediente científico que optimice las prácticas agrícolas, firmemente vinculadas con las expresiones meteorológicas, como lluvias, radiación solar, temperatura, humedad atmosférica, de relevante actualidad por el sensible cambio climático, la minimización y adaptación a sus impactos que preocupa a todo el mundo. La aspiración central es convertir al calendario lunar en una herramienta con profundidad científica, más exacto y demostrar cómo la luna influye en la fenología vegetal.

Es necesario formular un eficiente registro y visualización de los saberes ancestrales utilizando una metodología práctica para la preservación de la biodiversidad nacional con énfasis en la conservación de los suelos manejando adecuadamente los procesos erosivos que conducen a los desperdicios hídricos, a la pérdida de la capa arable de los terrenos productivos que impacta la producción alimentaria.

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Desarrollamos este tema como homenaje y en conmemoración al Día Internacional de la Mujer dedicada a la Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM), instituido por la ONU cada 11 de febrero, en la visible persona de las compatriotas autoras de este trabajo de tanta originalidad e importancia para el país, de aplicación inmediata a favor de los campesinos latinoamericanos que aún creen con convicción en los saberes ancestrales.

De acuerdo con trabajos de la Unesco, es reducido el número de mujeres que laboran para la ciencia, tecnología e investigación en América Latina y el Caribe, como se refleja en la participación numéricamente irrelevante del quehacer científico del Iniap, organismo adscrito al Ministerio de Agricultura, aunque las pocas que se han vinculado con él tienen contribuciones de gran trascendencia manifestada en el número y calidad de las publicaciones como autora principal o coautoras. En otros campos del saber, Ecuador demuestra más significativos resultados en actividades como informática, salud pública, cosmetología y otras todavía muy distante de los promedios de naciones desarrolladas. (O)