La vacuna contra el COVID-19 podría dilatarse para muchos por la mala organización de un gobierno que no enmendó el rumbo de un “barco” averiado, manejó mal la crisis, puso personas no idóneas al timón de la compleja travesía y no dotó a la tripulación de condiciones óptimas para salvar más vidas, esas protegidas para algunos; y quienes no tienen padrino se las juegan al azar. La inmunización va lenta comparada con Chile de 19′280.886 habitantes aproximadamente, que ya colocó la primera dosis a casi 5 millones de personas (26 %) y más de 2 millones ya recibieron la segunda. Es el país de mejor desempeño regional con posibilidad de alcanzar inmunidad de rebaño en tres meses, según el investigador Peter Griggs. Ecuador con alrededor de 17′600.000 habitantes lleva unos 125.000 vacunados con la primera dosis: alrededor del 0,71 %. ¿Qué hizo mejor Chile?; ¿actuó rápido?, ¿tuvo un equipo de negociación muy eficaz?, ¿tenía reservas para catástrofes? Pese a su crisis político-social, su plan de vacunación refleja buena gestión. Acá dirán: “La culpa es de otros”, “hay países en condición peor”. Mejorar implica emular el buen desempeño.

Se anuncian millones de vacunas; publicitan dosis llegadas a cuentagotas; ofrecen vacunar a dos millones personas en la fase 1, cuando recordamos el caso de la misma cifra de pruebas para COVID-19 un año atrás. El proceso está empañado por la famosa lista vip; el sigilo en los precios por ciertas cláusulas; el colapso inicial de la página web del Ministerio de Salud Pública donde debían inscribirse adultos mayores, muchos sin acceso a internet. Triste corolario de un Gobierno que asegura “velar por la salud de los ecuatorianos”, pero no garantiza la sanidad del pueblo al ser incapaz de organizar siquiera una inmunización ordenada y transparente. Cuatro ministros de Salud en cuatro años, todos dimitieron; separación de los coordinadores zonales de Guayaquil y Quito; renuncia de Roberto Tandazo, gerente del Plan de Vacunación, a pocos días de ocupar el cargo reflejan problemas profundos. Tanto desatino convierte a la vacuna en una especie de lotería, donde el dinero, el poder, las influencias deciden quién se ‘salva’ primero y otros sueñan con un ‘guachito’ de suerte para aferrarse a la vida. Vale mencionar que la intención de la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, de adquirir directamente con las empresas productoras dos millones de dosis para inmunizar en su localidad, podría ser positiva; pero ¿cómo garantizar transparencia y cero corrupción cuando el alcalde de Quito, Jorge Yunda, plantea lo mismo mientras es investigado por presunto peculado en compra de pruebas PCR?

Pese al recelo de algunos, la vacuna es un derecho de todos los ecuatorianos; no deben existir ciudadanos de primera y segunda. Cada quien debe respetar la fase correspondiente. Por otra parte, el Gobierno no puede confiar solo en las vacunas contratadas, necesita mirar otras posibles opciones, como la ‘Soberana 2’ cubana, por algún imprevisto logístico futuro o nuevas dudas respecto al efecto de otras vacunas. No se debe desestimar ninguna opción. Quizá del Caribe también llegue esperanza de vida para muchos. (O)