Hace unos días, mientras departíamos en un evento social, un amigo me introdujo a una temática en la que, debo reconocer, no había profundizado. Lo escuché inicialmente y me llamó la atención porque no es de aquellos que tradicionalmente ocupan la atención de los comensales: política, fútbol, economía, seguridad, por citar los más recurrentes, y sobre los que damos vuelta una y otra vez.

Es que suceden tantas cosas en nuestro Ecuador, que nos afectan, que conocemos, y otras que pasan por debajo de nuestro radar, no por menos importantes, sino porque simplemente no nos hemos topado con ellas.

La vida se desarrolla con tanto vértigo y complejidad que vamos conduciendo sin mirar; o mejor dicho, mirando lo indispensable, pero con la cabeza ocupada en nuestras preocupaciones y ansiedades. Vemos lo que nos interesa, lo que nos llama la atención. No hay tiempo para más.

En este caso, se trata de una situación muy preocupante: la calidad de los combustibles que utilizan los motores principalmente de la transportación pública y pesada, y la grotesca contaminación y afectación que causan a nuestra salud.

La persona a la que le debo haber abordado este tema tan sensible es un corredor habitual. Todas las mañanas corre algunos kilómetros por una importante vía de la ciudad, por la que circula tráfico pesado y transportación pública. Y en tantos años haciéndolo, ha podido evidenciar la cantidad de camiones, buses y tráileres que emiten combustible quemado convertido en humo contaminador. Me dijo que la gente que circula habitualmente a pie por esa vía regresa a su casa con el rostro tiznado y la vista irritada. Y no me refiero solo a deportistas, sino especialmente a vendedores ambulantes, motorizados (que luego de la pandemia son muchos más) y ciclistas.

Para no quedarme únicamente con la versión de mi amigo, salí a la vía a caminar y pude confirmar en primera persona su relato. Humo concentrado y ardor en los ojos. Luego, tomé la vía Perimetral y puse especial atención en camiones, tráileres y buses que allí transitaban, pudiendo confirmar que un gran porcentaje de estos realizan emisiones de humo negro, en muchos casos, a vista y paciencia de las autoridades de tránsito que, al parecer, lo ven como parte del ‘paisaje’.

¿Usted lo ha notado, amigo lector? ¿Se ha dado cuenta de cuán contaminado está el aire que usted respira cuando transita por vías públicas? ¿Las autoridades de Salud han evaluado esta situación y su impacto en la salud de los ecuatorianos? Las autoridades ambientales y de tránsito, ¿qué han hecho al respecto? ¿Qué piensan hacer? ¿La calidad de los combustibles que consumen nuestros motores tiene algo que ver con esto?

¿Quién controla los estándares de calidad del combustible que produce nuestra empresa estatal?

Me refiero a un control independiente, evidentemente.

Ojalá esta columna genere preocupación y conciencia, al menos como me ha ocurrido a mí. Ojalá más personas tomen conciencia de esta grave realidad que nos afecta a todos y, fundamentalmente, que las autoridades responsables de tomar correctivos lo hagan cuanto antes. (O)