No existen precedentes en nuestra historia de que un presidente, en este caso Rafael Correa, se haya ensañado con tanta sevicia, con casi todas las instituciones del Estado. Las Fuerzas Armadas fueron una de esas víctimas; no solo que calificó de trogloditas, fascistas, traidores a la patria a los oficiales en servicio activo y pasivo que lo cuestionaban, sino que, además, no tuvo empacho en llevar la lucha de clases a los cuarteles, enfrentando a la tropa en contra de los oficiales; de defenestrar a 17 oficiales generales del alto mando y, suelto de huesos, decir que “gobernaría con tenientes”.

En sus diez años como presidente, casi nunca asistió a las ceremonias militares; nombró a verdaderos enemigos de las Fuerzas Armadas como ministros de Defensa. Desconoció el régimen especial de la seguridad social militar, eliminó la H. Junta de Defensa Nacional y creó el Comité de Bienes Estratégicos, siendo la última instancia el ministro de Defensa para la adquisición de armas y equipos (Javier Ponce fue quien firmó la compra de los helicópteros Dhruv). Los aviones no tripulados para el control marítimo desaparecieron por falta de presupuesto para su mantenimiento. Se compraron a Sudáfrica los aviones supersónicos Cheeta usados, con vida útil de 5 años, y los conocidos helicópteros Dhruv; recibió los aviones Mirage, “donados” por Hugo Chávez, basura que estorba en la Base de Taura. Este es el resultado del debilitamiento deliberado de la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas.

Correa no renovó el convenio con Estados Unidos para que siguiera operando, desde la Base de Manta, el grupo de avanzada de los militares norteamericanos, cuyo objetivo era el monitoreo del narcoterrorismo colombiano, con aviones altamente sofisticados, lo grave de esta decisión, Correa deliberadamente no creó una alternativa para suplir el trabajo de los norteamericanos; durante 7 años no tuvimos radares para la alerta temprana y nuestro espacio aéreo fue violado por narcoavionetas que provenían especialmente de los carteles mexicanos. Ahora, nuestro país se ha convertido en una plataforma internacional de distribución de la droga.

Correa no solo desmanteló la Inteligencia militar y policial, eliminó la Ley de Seguridad Nacional que había estado vigente por treinta años; en su lugar puso en vigencia la Ley de Seguridad Pública y del Estado, una mala copia de la anterior. En la nueva Ley de Seguridad se creó la Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain), que se dedicó no a cumplir su misión, sino a perseguir a quienes Correa señalaba como sus adversarios, la Senain se convirtió en una especie de policía política, similar a la terrible Stasi de la Alemania comunista.

La situación que se vive actualmente en la frontera norte no es nueva, ya advirtieron varias voces, las Fuerzas Armadas alertaron en el Libro blanco en el 2006: “El riesgo de extensión de situaciones de violencia más allá de las fronteras, con acciones de fuerza provenientes de grupos ilegales armados; y, con diverso grado de incidencia, el narcotráfico, el tráfico ilícito de armas, el crimen organizado transnacional y el terrorismo”. (O)