La definición de valor de acuerdo con la Real Academia Española es “el grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite”. Hace años las empresas se adueñaron de esta definición para su razón de ser: resolver un problema específico o dejar una huella social o ambiental en el mundo.

La academia ha mostrado que las empresas que crean valor generan más riqueza que se traduce en patrimonio, en mayor bienestar para sus colaboradores y equidad para la sociedad. Los consultores han encontrado un camino probado para crear valor: la estrategia. El devenir de los mercados ha mostrado que lo que es útil hoy, mañana no lo es. Los emprendedores han sido un claro ejemplo de dar el todo por el todo para crear valor. Los eventos cisnes negros y las tecnologías disruptivas han sido el test para medir a quienes son capaces de reinventar el valor. La complejidad del siglo XXI ha desembocado en que casi no sea posible crear valor solo. Los rankings empresariales han evidenciado esta realidad: casi todas las empresas top del mundo hoy no aparecían hace 25 años.

En el ámbito privado, las empresas se esfuerzan por mejorar sus beneficios, refuerzan su contribución más allá del negocio, escuchar a sus públicos objetivos, introducir mejoras y seleccionar al mejor talento, entre otras. El valor y sus prácticas tienen que llegar al sector público, a todos los poderes del Estado. Los lamentables sucesos de la justicia y la Asamblea nos obligan a pensar que ha llegado el momento de replantearnos a los ecuatorianos por quiénes votamos para todos los cargos de elección popular, cuáles son requisitos de conocimientos y habilidades para postular a un cargo, cuál es la conformación y la estructura de las instituciones que nos sirven y cómo rinden cuentas a sus mandantes. Si no, vamos a continuar con dos países: uno que crea valor; otro que destruye valor.

Es frustrante y hasta desmoralizante para quienes luchan día a día, como diría Churchill, “con sangre, sudor y lágrimas” para crear valor, observar esta lacerante realidad. Gavin Kelly, Geoff Mulgan y Stephen Muers elaboraron un documento para la discusión Estratégica del Gobierno del Reino Unido. Estos autores definieron al valor agregado del Estado como la diferencia entre los beneficios definidos por la ciudadanía y los recursos y los poderes que los ciudadanos deciden dar; le llamaron “valor público”. Señalaron que es la mayor fuente de legitimidad del Estado y sus instituciones, siendo creado a través de servicios, regulaciones y acciones. Los factores clave del valor público son la calidad de los servicios, los resultados de la gestión pública, el comportamiento ético y la confianza que se transmiten a los ciudadanos.

La política de intereses y de acumular poder para el beneficio propio ha sido un cáncer en el paradigma público de muchos países latinoamericanos. Un punto de inflexión en el Ecuador sería poner al valor público y al ciudadano en el ‘centro’, y a la política y las leyes como un factor facilitador; decidir cómo lo vamos a hacer, cuál debería ser el tamaño del Estado y la interacción con el valor privado. (O)