Las consecuencias del régimen político-económico cubano en su sociedad nuevamente son un tema de discusión debido a las inéditas protestas ciudadanas que se están dando en la isla caribeña. Este es un debate de larga data al que también ha contribuido la expresión literaria que ha denunciado el control férreo –realmente, represión despiadada– impuesta por el gobierno castrista. Entre otras, las obras de Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Piñera, Heberto Padilla, antes, y las de Leonardo Padura, Karla Suárez, Wendy Guerra, Carlos Manuel Álvarez, recientemente, expresan esas tensiones de todos los días.

En las obras literarias cubanas se ve que la utopía fue el adorno ideológico de un gobierno que se propuso recortar las libertades civiles. ¿Celebraría un régimen con un único partido cualquier demócrata en el mundo? A eso, siguiendo el marxismo-leninismo, lo han llamado la dictadura del proletariado. ¿Pero es realmente el proletariado –los hombres y las mujeres del mundo del trabajo– quienes deciden la vida en la isla? Las obras literarias sugieren que no: que más bien hay una dirigencia autotildada de revolucionaria que hace bastante tiempo viene mostrando un desprecio a las urgentes necesidades de la mayoría.

Allí está el detective Mario Conde, protagonista de varias novelas de Padura, que se mueve –como en cualquier mundo capitalista vicioso– en terrenos de corrupción, crimen y mentira entre las más altas esferas del poder socialista. En Trilogía sucia de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez, tenemos relatos despiadados de los perseguidos del sistema: jineteras, jugadores clandestinos, parientes de exiliados… Allí están los personajes de La soledad del tiempo, de Alberto Guerra Naranjo, sobrevivientes del llamado período especial, sin esperanzas, moviéndose entre bajezas y miserias humanas, en la isla de la utopía que nunca llega.

El hijo del héroe, novela de Karla Suárez, trae la vida de una familia cuyo padre ha muerto como ‘combatiente internacionalista’ en la guerra de Angola. El protagonista se pregunta si vale la pena sentirse orgulloso de ser el hijo de un padre ausente para siempre en una guerra que, para muchos, fue innecesaria. En las crónicas de Cuba en la encrucijada: doce perspectivas sobre la continuidad y el cambio en La Habana y en todo el país, compiladas en 2017 por Leila Guerriero, la gran lección es que el socialismo cubano realmente existente no garantiza un mínimo de buen vivir a una población que por décadas sufre condiciones extremas.

En Negra, novela de Wendy Guerra, afloran el racismo que no cesa, la violencia política, la explotación sexual de la mujer, la falta de libertades para el común de la gente, la pérdida de la vida privada: todo un cuestionamiento a “aquellos lemas socialistas que van dejando de tener sentido”, como afirma su protagonista. Estos relatos nos dicen que Cuba debe ir cambiando hacia un régimen de mayores libertades. Para evitar que todo se vaya a la deriva, los ciudadanos en Cuba deben encontrar una solución equidistante de las que propongan la dirigencia comunista y los cubanos de Miami, y que reconstruyan el país sin recurrir a falsas utopías. (O)