Luego del mortal coronavirus, creo que el mayor peligro que se cierne sobre el Ecuador es el conflicto que vive Colombia, que, por su cercanía, puede afectarnos gravemente. Los serios trastornos sociales ocurridos en sucesión desde octubre de 2019 en Ecuador, Colombia y Chile nos llevan a pensar que la teoría de los vasos comunicantes se ha trasladado de la física a la política: las tres convulsiones se han producido por efectos de políticas que podrían llamarse neoliberales de eliminación de subsidios, aumentos de impuestos o elevación de tarifas de transporte, como la del metro. No parece que esta coincidencia sea casual, puede que haya grupos políticos de la región que los impulsan. En todo caso, debería acordarse una política de Estado para no inmiscuirnos en los problemas internos del vecino y para prevenir que lo que le ocurra políticamente en su relación con Latinoamérica, con Venezuela, no nos afecte mayormente. Las políticas del presidente Duque, y de su mentor, el expresidente Uribe, han conducido a Colombia a la situación de violencia extrema que vive hoy, sin que se avizore una solución que tranquilice al país. Durante la visita a Duque del presidente electo Lasso formulé en esta columna algunas prevenciones sobre los riesgos que una excesiva cercanía acarreaba; dije, entonces, que Duque necesitaba de Lasso más de lo que este a aquel, lo que es al momento evidente. Duque y Uribe se opusieron desde el principio a los acuerdos de paz con las FARC, sometidos a plebiscito, y colocaron permanentemente obstáculos a su implementación. En lo económico, Duque ha propuesto el incremento de impuestos, de la carga tributaria, en momento en que por la pandemia se vive en condiciones de extrema pobreza; obviamente, esto ha agravado la tensión social, a niveles de consecuencias imprevisibles. La debilidad política de Duque está siendo, obviamente, aprovechada por las fuerzas de izquierda del interior y del exterior; parece muy probable que Maduro esté alentando los movimientos contra Duque. Aquí no podía faltar la intervención del inefable presidente Lenín Moreno, en Miami, en la que acusó a Maduro de estar tras los movimientos contra Duque, lo que este no había hecho, con lo que nos incorporó irresponsablemente al enfrentamiento que ellos tienen entre sí. Fue un error haber ordenado que el Ejército salga a las calles. Colombia sigue convulsa; Cali es una ciudad sitiada. Duque sería derrotado por la oposición; probablemente gane la presidencia Petro, de izquierda radical.

Hay que respaldar, a través de los organismos regionales, la estabilidad de la democracia colombiana, pero hay que evitar una identificación con la política del gobierno de Duque. El presidente Lasso ya lo visitó, y es suficiente. Afortunadamente, al contrario de Duque, el nuevo presidente del Ecuador se ha manifestado contrario a la creación o al aumento de los impuestos existentes.

El tercer problema es el de las alianzas a nivel legislativo. Recuerdo que, en 1968, hubo un equilibrio entre tres bloques: conservador, liberal-cefepista y velasquista. El presidente Velasco dijo: “En el Congreso pueden hacer los acuerdos que quieran, pero yo no pacto”. Y gobernó con su tradicional independencia. (O)