“Dadme un balcón y yo iré a la Presidencia de la República”. La frase, un clásico de la historia política ecuatoriana, pertenece al cinco veces presidente José María Velasco Ibarra, elocuente y elegante ciudadano quiteño que falleció en la pobreza del olvido tras doce años de conducir los destinos del país de mediados del siglo pasado.

Seguramente ya pocos recordarán la figura esbelta, esmirriada, larguísima del presidente Velasco Ibarra. Pero para quienes añoramos otros tiempos de campaña donde se debatían ideologías, propuestas y principios, resulta inevitable compararla con lo que hoy se ha convertido una campaña electoral dos punto cero.

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En resumen: Velasco Ibarra no necesitaba un escándalo, fake news, una ‘chela customizada’ o una secuencia de bailes en ese extraño balcón de voyeristas llamado ‘redes sociales’. Los candidatos, candidatas y candidates de hoy, sí.

La gama de filtraciones, seguida por lo que serían fugaces periodos abreviados de juzgamiento en las cajas de comentarios y titulares condenatorios en ‘medios emergentes’, ha desplazado al plan de trabajo argumentado, justificado y mínimamente coherente.

Las contradicciones de las propuestas desmedidas caerán pronto en el olvido y sin la esperanza de cambio a corto plazo.

A propuestas como la universalmente amplia de “reducir considerablemente la corrupción”; o la demagógicamente animalista “entrega de raciones para los hogares de escasos recursos con mascotas”, deberán incluirle un bailecito de menos de 30 segundos con el Panecillo de fondo.

O quien sabe si a la propuesta de “campañas de vacunación y desparasitación de animales domésticos” en los barrios de la Perla de Pacífico, le cabe un videíto conversando en ‘perruno’ con un San Bernardo en la Trinitaria. O al multiusado estribillo de “potenciar el desarrollo productivo y socioeconómico de la región” le haga falta un par de audios descontextualizados del proponente repartiéndose los resultados del ‘desarrollo socioeconómico público’.

En una parroquia cercana a Cuenca tenemos un candidato propietario de un enorme prostíbulo, pero mientras los trends de temporada sigan a la orden del día, no habrá motivo para sonrojarse. Tampoco nos sonrojaremos de la propuesta –científicamente imposible– de darle transporte público gratuito a todos los estudiantes secundarios y universitarios de la amada Atenas del Ecuador.

No se trata de reducir el planteamiento al hecho de que “todo tiempo pasado fue mejor”; pero sí considerar la urgencia de que se eleve el nivel de debate para futuras jornadas electorales. La secuencia de escándalos, ventilados en tiempo récord en la narrativa hipervisual y diminuta de las redes sociales, ganan peligrosamente terreno a los derechos consagrados en la Constitución, pero este argumento queda sepultado por la ola mediática cuyos resultados se miden en likes, visualizaciones, retos.

Hoy se cierra el periodo de campaña. Las contradicciones de las propuestas desmedidas caerán pronto en el olvido y sin la esperanza de cambio a corto plazo. Acaso esta sea la verdadera mala noticia: el juego democrático de decidir el voto, limitándose al pulgar deslizando irreflexivamente la pantalla del celular. (O)