El 20 de agosto tenemos elecciones. Uno podría preocuparse porque no se ve que haya cuadros políticos planificados en los partidos que permitan identificar los posibles candidatos y sus posturas, se podría también criticar el tan corto tiempo asignado para la campaña electoral de difusión de propuestas (9 días), pero la verdad, creo que, tristemente y ojalá me equivoque, ni uno ni lo otro al final es tan relevante.

Los partidos políticos están en un momento de desprestigio con la disolución de la Asamblea y los bajos índices de confianza y credibilidad en las encuestas; por otro lado, diversos estudios muestran que en nuestros países la gente no decide su voto por un proyecto o propuesta, vota por un mesías o vota en contra de otro candidato.

Lo cierto es que nuevamente estaremos escogiendo los rumbos de la patria y la clave será la comunicación.

Si bien cada candidato aporta desde su historia y personalidad, finalmente serán transformados, con mayor o menor apoyo profesional, en relatos persuasivos. En espectáculo.

Manuel Vincent escribió en el diario El País: “se ha dicho que la realidad no existe: solo existen las noticias. Creo que se ha dado un paso más; ni la realidad ni las noticias existen, solo existe el espectáculo, puesto que el ser humano se ha transformado en un ente sentado que mira (…) Antes, a los proletarios se les exigía que usaran sus manos para trabajar. Ahora se les pide que las usen para aplaudir”.

Así que preparados, porque empezó la cacería de superhéroes mediáticos que puedan garantizar votos y “likes” en una contienda de corto plazo.

Ojalá esté equivocado en todo lo que acabo de escribir y en agosto se demuestre todo lo contrario.

La fórmula no es tan difícil, haciendo referencia a un texto del periodista y catedrático Omar Rincón, hay que promover un héroe que nos proteja de todo mal a través de una propuesta simplista pero de impacto emocional, que pueda ser comunicada y repetida en no más de dos o tres ideas.

Esa propuesta debe estar conectada con las preocupaciones personales, ya que en la mayoría de los países considerados “en vías de desarrollo” la toma de decisión por parte de los electores es guiada por sus propias agendas y necesidades, no pensando en el bienestar del país.

Hoy la delincuencia e inseguridad lideran todos los indicadores de preocupación, por eso no es de extrañar que el imaginario de un Rambo, con el símbolo de una metralleta y un discurso rudo y salvador se apodere de las conversaciones y mueva el tablero electoral.

¿Qué siento yo?, que el miedo será la emoción que definirá las próximas elecciones. Aunque creería que en los últimos años también ha sido así, aunque sean otros miedos. Creo también que de alguna manera se ha ido perdiendo la esperanza de un futuro mejor y se aspira, con suerte, a un presente menos problemático.

La historia nos ha enseñado de manera oculta, implícita, que las cosas no van a cambiar, porque somos un país sin visión de país, donde la mayoría está más pendiente de poner el pie para hacer caer al otro que de colaborar.

Ojalá esté equivocado en todo lo que acabo de escribir y en agosto se demuestre todo lo contrario. (O)