Las termitas huyen de la luz. En la oscuridad pueden degradar, corroer y destruir. Por eso la luz es la mejor forma de combatirlas.

El presidente Gillermo Lasso acaba de expedir un decreto para la política de hidrocarburos de los próximos cien días. El objetivo es incrementar la producción y reducir las ineficiencias en la industrialización, transporte y comercialización. Se trata de un objetivo necesario, porque el país necesita recursos. Y urgente, porque no sabemos hasta cuándo el mundo va a seguir demandando hidrocarburos como los demanda en la actualidad.

El decreto se refiere a varios puntos —entre los que se cuenta promover un cambio de la modalidad de contratos de exploración y explotación de petróleo, para pasar de un régimen de prestación de servicios a un régimen de participación—, pero hay dos que me parecen muy interesantes. El primero es una reforma legal que permita a Petroecuador captar recursos del sector privado. El segundo es la necesidad de que Petroecuador adopte políticas internas de buen gobierno corporativo.

Una forma de conseguir las dos cosas al mismo tiempo es hacer que Petroecuador cotice en la Bolsa de Nueva York.

Cotizar en la Bolsa de Nueva York supone vender obligaciones o participaciones en el mayor mercado de valores del mundo, donde está la mayor cantidad de inversionistas. Pero, sobre todo, cotizar en la Bolsa de Nueva York supone que Petroecuador debe someterse a los más altos estándares legales y al sistema judicial más poderoso del mundo.

A partir de la promulgación del Securities Act de 1933 y del Securities Exchange Act de 1934, el Gobierno federal de los Estados Unidos asumió la tarea de regular y vigilar el mercado bursátil. Como respuesta a la crisis financiera de 1929, la legislación en Estados Unidos establece un fuerte control a las compañías que operan en bolsa, así como a las emisiones que hacen. La idea es obligar a las compañías a salir a la luz y brindar la mayor cantidad de información a los inversionistas para que estos, a su vez, puedan tomar sus decisiones. Como dijo un exjuez de la Corte Suprema de los Estados Unidos, la premisa de la legislación bursátil es que “la luz del sol es el mejor desinfectante”.

Para cotizar en la Bolsa de Nueva York, Petroecuador deberá cumplir una serie de requisitos que van desde hacer cambios en las propias políticas internas de la empresa hasta suministrar información financiera que deberá ser auditada y que se hará pública. Tratar de engañar a los inversores de la Bolsa de Nueva York no será una opción, porque eso podría activar a la poderosa Securities and Exchange Commission, y a los fiscales y jueces estadounidenses.

Un círculo virtuoso. Por un lado, se garantiza un buen manejo corporativo. Y, por otro lado, al garantizarse un buen manejo corporativo, nuevos inversionistas estarán dispuestos a invertir porque tendrán confianza en el manejo de la compañía.

Las termitas corrompen todo. Pero en la luz las termitas no pueden operar. Cotizar en la Bolsa de Nueva York sería el fin para las termitas que han controlado a Petroecuador desde siempre. (O)