El país repitió esta semana escenas que hace 16 años causaron conmoción: gente desesperada, amontonada en sedes hasta las que habían llevado, por cientos y por miles, bolsas de dinero en efectivo, bajo la promesa de que, en una semana, lo recibirían de vuelta con un pago de intereses del 90 %.

Insólito por donde se lo mire, absolutamente reñido con la lógica, al tratarse de una firma sin historia ni autorización legal para captar dinero. Sin embargo, acabamos de ver en Quevedo que esta situación motivó a cientos de personas a marchar contra las autoridades y en defensa del promotor de esa ganga financiera, de la que como ‘prueba’ poseen un recibo simple, sin ningún valor real.

Esto ya lo vivimos, muy parecido, cuando en el 2005 se dio el caso del notario José Cabrera, en Machala, cuya súbita muerte desató un caos transversal en las clases sociales de muchas zonas del país. Pobres y también ricos habían viajado a la capital orense a entregar su plata a cambio de jugosos intereses. Dinero que, al momento de la incursión policial en la sede, fue encontrado hasta en el tanque de descarga del baño. ¿No aprendimos nada? ¿Tan poco dura en la memoria un hecho traumático? Muy difícil creer que, luego de aquel thriller en que terminó el caso en Machala, y las coincidencias que tiene ahora con el de Quevedo, no haya al menos espacio para la duda ante propuestas como estas.

El caso Don Naza, como se conoce popularmente al reciente, es una radiografía actualizada de una sociedad poco desarrollada en lo intelectual, que en buena medida desconoce sobre cómo aplicar y validar hechos con pensamiento crítico. Y que se vuelve permeable a datos falsos por la ansiedad de bienestar que ha disparado con fuerza la pandemia, que a tantos dejó virtualmente en ruinas.

Al siglo XXI, la ciencia ha demostrado ya, con mucha evidencia, que el cerebro tiene la tendencia natural a creer que es real aquello que coincide con los gustos y anhelos, traducidos actualmente en ansiedad y desesperación. Y si el golpe va directo hacia esas emociones, la recepción del mensaje manipulador será aún más fácil.

Está científicamente comprobado que cuando se repite algo con convicción y sin quien le muestre oposición, surge un estado de ‘falso consenso’ que lo vuelve ‘verdad’. De teclear esas sensaciones, quienes ofrecen los estratosféricos intereses parecen ser expertos.

Pero el telón de fondo de esta nueva crisis vuelven a ser las desigualdades sociales profundas que tiene el país. Desempleo actualmente agravado, clase media descendida a popular y pobres que se han vuelto miserables no solo por la pandemia, sino por los marcados procesos de deterioro causados por la permanente crisis política y un rezago tecnológico profundo, que hace fácil presa a ciertos ciudadanos de la manipulación.

El acceso pleno y progresivo a la educación es el combustible para poner a andar con velocidad los pensamientos lógicos y críticos en todas las mentes. La alfabetización financiera debe estar en el proceso de formación de los niños y adolescentes, para que en su edad productiva no sean presa fácil de quienes les ofrecen milagrosos réditos. (O)