Patria no es el suelo que se pisa, Patria es la tierra que se cultiva”. Antonio Machado.

El sector agropecuario de Ecuador ha pasado del abandono a la indiferencia. De todas las profesiones y actividades que existen en el mundo, solo una es la encargada de suplir alimentos: la agricultura. El sentido común nos llevaría a pensar, si dentro de las necesidades básicas e indispensables del ser humano están los alimentos, ¿por qué en Ecuador no es una primacía el sector que los produce?

Cada cuatro años los agricultores del país vuelven a depositar sus esperanzas en un nuevo gobierno. Como es costumbre, en campaña electoral las promesas al sector son una panacea, mientras que cuando se instalan los gobiernos solo hay apatía y veleidad.

Ecuador carece, desde hace mucho, de un plan agropecuario que contemple una política pública capaz de ordenar, asistir y asociar a la mayor cantidad de productores. Esta debería ser la principal tarea del Ministerio de Agricultura y Ganadería que, sin brújula alguna, consume el valioso tiempo de quienes esperan y aspiran a una verdadera asistencia, resolución de conflictos y mayor coherencia entre discurso y acción. La necesidad actual requiere de la voluntad política del Gobierno para fortalecer la ruralidad y zanjar sus problemas estructurales de una buena vez.

Durante más de una década, las crisis agropecuarias se han asentado causando un daño irreparable a la debilitada economía del productor, agudizando la pobreza rural; comprometiendo el relevo generacional y cerrando, continuamente, la puerta a la creación masiva de nuevos empleos. Los problemas son de toda índole e impactan a toda escala, pequeños y grandes, arroceros, bananeros, floricultores, paperos, ganaderos, etc. Si esto fuera un partido de fútbol el marcador para el agricultor es una goleada en contra, el sector va perdiendo.

El agricultor no merece el desdén recibido por tantos años, el Gobierno nacional está llamado a concertar un gran pacto por la agricultura y ganadería de la mano de los productores del país. Este debería tener como principales componentes el fortalecer la soberanía alimentaria; integrar a la industria y así romper la injusta cadena de comercialización; emprender obras significativas en la ruralidad; dotar de riego tecnificado a los más pequeños y mejorar sustancialmente los créditos actuales. No se necesita mucho más que ser una prioridad.

El sector agropecuario, compuesto de gente noble y humilde, sabe esperar, así como lo hace para sus siembras y cosechas. Lo que no tolera es la indiferencia y el incumplimiento de la palabra, solo basta recordar que los negocios antes se sellaban con un estrechón de manos, después llegaron los contratos. En este grupo cualquier político encontrará lealtad. Entonces, ¿qué espera el Gobierno para darle atención prioritaria al sector que pacientemente aguarda un plan, un acuerdo y un norte? Que no se espere a último momento para interceder, el campo pierde todos los días espacio, cuando lo que debería ser es que este sector nos abra espacio en el mundo. (O)