Puede que al Comité Olímpico Ecuatoriano, COE, le haya tomado 48 horas reaccionar a la queja del ciclista Richard Carapaz sobre el tema de su masajista, pero también es cierto que a los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso juntos les tomó seis meses pagar los sueldos y salarios de funcionarios, empleados, trabajadores, entrenadores, masajistas, agnados y cognados de la Federación Deportiva del Azuay, que como medida emergente promovieron la recolección de víveres para sobrevivir con sus familias. Recién en julio se pusieron al día con lo que les debían. Así que más allá del agencioso lobby que se le haga al Gobierno por sobre la queja de los nuevos medallistas del país, la calentura del abandono al deporte ecuatoriano no está en las sábanas olímpicas, únicamente.

Nadie, nadie en este Ecuador puede desmerecer el sacrificio de los deportistas que nos han representado. Menos el del reciente hecho histórico de Carapaz, la Locomotora del Carchi, al conseguir el segundo oro olímpico para la historia deportiva ecuatoriana; o la de Neisi Dajomes, primera ecuatoriana en vestirse de oro olímpico: en total cinco medallas olímpicas (una de oro y una de plata de Jefferson Pérez, y la plata de Tamara Salazar) en 25 años será, indudablemente, la consecuencia de logros personalísimos que ponen en evidencia la falta de planificación de ciclos en la preparación deportiva.

Pero de eso qué van a saber ciertos gobiernos que ven en la inversión en deporte y cultura un gasto.

Lo denunciado por los deportistas ha provocado que la mecha se encienda y recorra rápidamente los caminos incendiarios del abandono gubernamental de siempre a los deportistas. Las redes sociales destapan, así, una serie de nombres y disciplinas que han emigrado para conseguir un trato decente en su preparación, en sus viajes y estadías. No solamente eso, sino que el propio ministro del Deporte, Sebastián Palacios, ha denunciado que se “han visto cosas que llaman la atención, preocupan e indignan”; como el hecho de que dirigentes y hasta una esposa (lo peor que le puede pasar al deportista ecuatoriano se llama dirigencia) han ido a Tokio en calidad de entrenadores.

Este innecesario turismo dirigencial debería dar cuentas, y no solamente luego de las olimpiadas, sino de cómo se arman los ciclos, quiénes viajan a Sudamericanos, Centroamericanos, Panamericanos, Bolivarianos y Olímpicos… Una exigencia imperiosa al COE desde el Gobierno, pues pese a que se precie de ser un ente autónomo, recibe financiamiento estatal. Ya en el pasado se destaparon hechos vergonzosos relacionados con deporte y dinero, como cuando se utilizaron viajes a torneos internacionales para premiar lealtades de dirigencias provinciales y hasta de periodistas y medios incondicionales con una mafia sostenida a largo plazo, o como cuando Luis Chiriboga, expresidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, terminó en un cómodo arresto domiciliario tras el denominado FIFA Gate.

¿Irregularidades en el deporte que afectan a los deportistas en el Ecuador? Bueno, del tigre solo una mancha más. El resto debe ir a fiscalización, aunque no seamos Nueva Zelanda, como dicen en el COE. (O)