Suena paradójico, puede decirse también “tienes derecho a lo que no te has ganado”. Esa es la piedra angular del populismo, su esencia, su ideología. Los derechos (vida, libertad y búsqueda de la felicidad) con los que nacemos se concretan en otros derechos derivados, con los que guardan una relación obvia. Uno de ellos es la propiedad, tan importante que algunos la consideran un derecho per se pero, en realidad, proviene de los básicos, pues se origina en la libre decisión de realizar un objeto y en el sacrificio de una fracción de vida en ese acto. En cada objeto están implicados tiempo y esfuerzo corporal, te pertenece, es una parte de ti cristalizada. Los objetos no son necesariamente materiales ni tangibles.

Pero aparece el populismo, cuyo mejor paradigma sigue siendo el peronismo, y dice que ese objeto, por el que no has trabajado, te pertenece porque eres pobre, o eres del movimiento, o cualquier otra razón distinta de tu esfuerzo y de tu tiempo. El problema es que todo objeto tiene dueño y hay que quitárselo a ese otro para regalárselo a los desposeídos, a los marginados o, preferentemente, a los amigos. Y así proceden, que el subsidio, que el bono, que el servicio gratuito... la imaginación es infinita para inventar eufemismos. Hay varias maneras de quitárselo a otros, la más frecuente, la más “legal”, es mediante exacciones, es decir, mediante impuestos que no tienen como contrapartida un servicio del poderoso o del Estado. O puede ser mediante arranche, el saqueo o como se llame la toma de objetos ajenos con venia, autorización o tolerancia de la autoridad. No otra cosa son las “invasiones”, un sistema de “redistribución” con el que se ha edificado por lo menos la mitad de cada ciudad de América Latina.

A raíz de la aparición del llamado “socialismo del siglo XXI”, que es el populismo de siempre con nuevos lemas, es fácil caer en la confusión entre los dos términos: socialismo y populismo. El único socialismo integral, el comunismo, suele empezar con un gran despojo, con el arranche a todo nivel. Terminado este proceso, que ellos llaman “revolución”, ya no te regalan nada, todo el mundo trabaja. Todos los derechos han sido conculcados... La libertad, “¿para qué?”, preguntó Lenin. La vida está supeditada a los intereses del partido. Si no trabajas y no obedeces las directivas, no puedes argumentar ser pobre para recibir dádivas, porque se supone que la pobreza se acabó con la revolución. Los populistas nunca han intentado en serio “construir el socialismo”. Es muy difícil. Les interesa más bien que existan grupos generadores de riqueza a los cuales arranchar permanentemente. Conviven con trabajadores y empresarios, a los que esquilman para alimentar precariamente a hordas parasitarias de piqueteros y brigadistas, aunque el grueso del botín se lo lleven los dirigentes, que lo que anhelan es ser otros ricos. Por eso, en los Estados que optan por esta vía, la corrupción es la regla. Todo líder populista roba o “deja robar”. El modelo se ha implantado a la perfección en Venezuela, está avanzado en Argentina y en Ecuador quedó trunco. ¿Les vamos a dar la oportunidad para que lo perfeccionen? (O)