Una cumbre, diez presidentes latinoamericanos y un dictador. Esto podría parecer el inicio de una broma, pero no. Es una brevísima descripción de lo que pasó el pasado lunes 29 de mayo en Brasilia.

En un intento por retomar su liderazgo regional el primer mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, concretó una gran cumbre de naciones latinoamericanas a la que asistieron representantes de once países. En este evento, el dueño de casa buscaba liderar el renacimiento de la Unasur. ¿La recuerda? Era esa organización que nació para alinear a nivel político, jurídico e incluso económico a la región, pero que terminó en poco y nada. Esa misma, la que tenía su sede en el norte de la ciudad de Quito y que se caracterizaba por lucir la estatua del “niño símbolo” del nepotismo latinoamericano en la entrada.

El primer mandatario de Brasil aprovechó este encuentro para transparentar, de forma casi insolente, su intención de ganar influencia sobre Venezuela. Digo que fue casi insolente, pues Lula recibió al dictador Nicolás Maduro como si este fuese un gran líder aquejado por la mala prensa en su contra. Afirmó que la reputación de Maduro no era un reflejo de la realidad sino una narrativa de mentiras contra el régimen. Sus esfuerzos llegaron a tal nivel que incluso se asemejó al dictador diciendo que él (Lula) ha sufrido lo mismo.

De todos los primeros mandatarios que asistieron a la cumbre, solo dos manifestaron su desacuerdo con las afirmaciones de Lula. Los presidentes de Chile y de Uruguay aclararon que la notoriedad de las violaciones a los derechos humanos en Venezuela no son el resultado de una narrativa. Fueron los únicos.

Las palabras de Lula son un perjuicio para su gobierno. Como consecuencia de sus afirmaciones, el presidente de Brasil conseguiría lo contrario a su manifiesta intención de convertirse en un líder regional. Sería difícil que Brasil asuma la dirección política para, por ejemplo, mediar los conflictos que existen entre Venezuela y otros países. Las declaraciones del primer mandatario brasileño lo descalifican como mediador, pues su postura está inclinada hacia el lado de la dictadura y sus aliados, que mayoritariamente son autocráticos, y lo alejan del rol convocante que unifica de forma transversal.

(...) fue casi insolente, pues Lula recibió al dictador Nicolás Maduro como si este fuese un gran líder...

También le descalificarían como posible autoridad al mando de la conducción de la Unasur 2.0, pues sus reivindicaciones a un régimen que política, jurídica y económicamente ha fracasado revelan su aprecio por el fracaso y su aval a la dictadura. Cuestión que el resto de la región debería evitar.

Lula habría logrado lo contrario a lo que se propuso… en un mundo lógico. Y quiero creer que en ese mundo todos los mandatarios presentes en la cumbre hubiesen expresado su desacuerdo con el desatino del dueño de casa. Eso no pasó.

El Socialismo del Siglo XXI seguirá siendo un fantasma para los países que no dominan, países como Ecuador. Mientras más aliento cobre, veremos con más frecuencia declaraciones como las de Lula y más complicidad con Maduro, que volverá a la mesa como un camarada más. Entonces, seguramente la tan prostituida “democracia” será relevante en la medida en que convenga. (O)