En los últimos días, quienes vivimos en Guayas, Esmeraldas y Santo Domingo hemos sufrido terror, angustia, desazón e inseguridad por los hechos violentos acaecidos no solamente en los centros carcelarios sino en las calles, donde nadie se siente tranquilo ni respetado por los delincuentes.

Y nos sentimos en peligro porque no sabemos si la bala o la bomba asesina destinada a un tercero nos alcanza, porque los criminales no discriminan. Según Primicias, del 3 pasado, ha habido 500 muertes violentas en este año y 18 atentados con explosivos en cuatro ciudades, la madrugada del 1 de noviembre. “...Esta fue la respuesta de las bandas delictivas a los traslados de privados de la libertad a otros centros penitenciarios del país, dijeron, al respecto, las autoridades del Gobierno...”.

Espacios públicos, viviendas y fincas son el blanco para asesinatos en Esmeraldas

Algunas voces se han alzado en defensa de los detenidos, cuyos derechos humanos y los de sus familiares nadie desconoce. Y nos duele que los parientes de la gente inocente que está en las cárceles sufran la incertidumbre de no saber si su familiar se encuentra vivo, herido, enfermo o amenazado de muerte en esas prisiones donde nadie se rehabilita.

Pero, no hemos visto ni escuchado –y perdón si no ha sido así–, a los defensores de los derechos humanos de los delincuentes hacer lo propio por los millones de niños desnutridos, de adolescentes y jóvenes que quieren educarse, de los artistas y trabajadores de bares, restaurantes y propietarios de más negocios que han sufrido enormes pérdidas por las medidas del estado de excepción y, sobre todo, por la afectación a la salud y vida de los policías y operadores de justicia que tienen que exponerse al ataque a mansalva que reciben de los presos asesinos y de las bandas de la delincuencia organizada. Y no solo eso, hay actividades que no son consideradas cuando se hacen las estadísticas. Aproximadamente, el 62,3 % de la población trabaja en la informalidad, que incluye a los vendedores ambulantes que expenden agua en funda, flores, caramelos, etcétera. Con los pocos centavos que recogen tratan de sostener a su familia.

¿Han pensado los defensores de los DD. HH. en la tragedia de estas personas que no tienen para comer ni siquiera una vez al día?

¿Han pensado los defensores de los derechos humanos en la tragedia de estas personas que no tienen para comer ni siquiera una vez al día? Recordemos que dos y medio millones en el Ecuador padecen hambre.

SNAI sostiene que la reinserción y rehabilitación social de reos se hace ‘sin privilegios’

Es inaceptable el maltrato que estamos recibiendo que hace que, a ratos, se desee salir en estampida. Las preguntas son ¿adónde?, ¿cómo’ y ¿a hacer qué afuera?

Aquí hemos fincado nuestras raíces, nos hemos esforzado y, sin robar ni matar a nadie, hemos hecho una vida. ¿Para qué? ¿Para que nos la arranque de un tajo cualquier individuo que cree que tiene más derechos que el resto?

Por otro lado, ¿cuánto se ha perdido por el toque de queda? Se dice que más de 250 millones de dólares. Pero, reiteramos, ahí no se contabiliza lo que dejaron de percibir aquellos que, bajo el sol inclemente, venden cualquier cosa en la calle, ni la vida de los policías, ni la de los operadores de justicia, ni la paz del resto de los ciudadanos.

Ponderemos los derechos, señores. Hay derechos y derechos. (O)