Conforme se acerca el fin de este año, las elecciones seccionales se aproximan y la pregunta que debiéramos hacernos en este momento es si estamos listos para el desafío que, sin duda, se profundizará en las próximas semanas: combatir la desinformación.

La desinformación es una estrategia que maneja las emociones –especialmente el miedo– y cuyo objetivo es tratar de confundir a los ciudadanos con contenidos falsos o mentiras, para que no puedan tomar decisiones informadas. Entre los temas favoritos sobre los que se desinforma están los que la ciudadanía considera sensibles, porque está de por medio su propio bienestar: seguridad, salud, economía, entre otros.

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En época electoral, la temática se amplía no solo hacia el descrédito de los candidatos, sino para afectar a grupos específicos, como son los periodistas y las mujeres que han incursionado en la política. Sobre esto existe una amplia bibliografía que recoge estudios y experiencias en varios países de la región y el mundo.

Es por eso por lo que nos deberíamos preguntar si estamos listos, especialmente porque en el Ecuador ese es el tipo de temas que a veces atrae la atención, cuando debiera ser sobre lo que se hable, se debata y se eduque ampliamente. Hay dos razones fundamentales: la polarización reinante y la poca preparación que tenemos para hacerle frente.

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La polarización es un tema que conocemos muy bien, porque hemos vivido constantemente así desde hace una década y media. El desafío entonces debiera ser cómo construir puentes para lograr que la sociedad retome un mínimo de conexión con la otra parte a la que no quiere ver, a la que no quiere escuchar, a la que no acepta, porque piensa o siente que es necia, absurda, que no tiene nada que decir. O, en otras palabras, que el bando en el que se encuentra identificado es el que tiene la razón y ese criterio es el valedero.

Esta forma de vivir nos has llevado, además de darnos la espalda, a romper con la pluralidad, con la capacidad de dialogar y negociar, que son importantes en los sistemas democráticos. Si perdemos la pedagogía del consenso, de buscar salidas conjuntas, dañamos más a la sociedad.

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La poca preparación que tenemos es clara. En las próximas semanas, los medios de comunicación y algunas organizaciones no gubernamentales cercanas a la prensa ampliarán sus esfuerzos por hacer verificación de datos (fact checking). Sin embargo, el Estado no está dando una salida más amplia a un problema que en segundos se convierte en una bola de nieve, pero que puede enfrentarse con educación, para que la gente no caiga tan fácilmente en las mentiras.

En México, por ejemplo, las autoridades electorales, desde sus comicios de 2018, tienen un acuerdo con las redes sociales, sí con esos gigantes informáticos, para que apenas se detecte una línea de desinformación, se contrarreste con contenidos verdaderos, que no solo tratan de desactivar esa mentira, sino que también educa. Y hay otros ejemplos en más países para tratar de enfrentar este fenómeno que golpea a la sociedad y a la democracia. (O)