(Casi) todos intentamos engañarnos en nuestras finanzas cuando sentimos que van por mal camino… “tratamos”, pero eso no quiere decir que sea lo correcto, porque lo que “escondemos bajo la alfombra” inevitablemente reaparece. Y la manera más frecuente de autoengañarnos es no tomar en cuenta una serie de deudas u obligaciones. Por ejemplo, lo que debemos a la tienda de la esquina pensamos “bueno, ya veré cómo me arreglo” aunque un día el tendero nos puede parar el carro; si debemos a los familiares, “no me han de cobrar”, aunque algún día van a necesitar esos fondos; si tomé dinero de mi cuenta de jubilación, “ese es dinero para el futuro lejano, no importa”, aunque la jubilación siempre llega; si me adelantaron dinero en la empresa, “no es deuda, eso no cuenta, ya me cruzarán con el sueldo”, aunque es parte de su ingreso mensual que no recibe; y así de mil maneras.

Y esa mala costumbre se ha utilizado en los gobiernos, y se ha multiplicado ad infinitum desde hace 15 años. Por eso es muy sano que el Ministerio de Finanzas haya cambiado la metodología de cálculo para incluir muchas de esas deudas y obligaciones ocultas (ojalá estén todas). Por supuesto, el resultado es que la deuda estatal es bastante más elevada de lo que nos decían. Es una pena, pero es mejor saberlo, porque no olvidemos algo esencial: las deudas no son del Gobierno, somos todos nosotros quienes finalmente las pagamos (con impuestos y aportes similares, ahora o en el futuro).

¿Qué tipo de ajustes se hicieron? A los GAD. A la Seguridad Social (si no le damos ese dinero, el déficit de la institución es mayor, e igual nosotros a través del Gobierno debemos cubrir ese déficit en el futuro). Las famosas ventas anticipadas de petróleo, aunque ya el monto no es muy elevado. Deudas con las empresas petroleras, cuando en épocas de precios bajos del petróleo, no se les cubría sus tarifas. Deudas de plazos cortos que no se incluían (por alguna extraña razón, incluso avalada por organismos internacionales, cuando esas deudas son más peligrosas: vencen en plazos cortos y si no hay fondos inmediatos para pagarlas, el problema es mayor). Operaciones con el Banco Central. Y más. ¡En total un ajuste superior a los $ 12 mil millones, y así la deuda efectiva ronda los $ 80 mil millones!

¿Consecuencia? Muy simple: debemos ser más estrictos en el manejo de las finanzas públicas. Sin duda hay que optimizar los ingresos, pero hay un gran esfuerzo por el lado del gasto que aún no vemos. No podemos mantener un estado que pesa más del 35 % de la economía, ni una deuda del 80 % del PIB. Solo la disciplina fiscal (más un crecimiento económico sostenido) nos permitirá bajar lo uno y lo otro. El sinceramiento de las cuentas no es solo para fines estadísticos, sino señal de alerta y de acción.

Nota: He sido, desde hace 22 meses, disciplinado seguidor de las reglas ante el COVID, y lo seguiré siendo. Pero me pregunto ¿no hay casos en que ya debemos ir aflojando la mordaza? Ejemplo, si hay centros educativos que tienen más del 80 % de vacunación, ¿por qué no permitirles ir a clases? Los no vacunados o los que perciban riesgos, pueden mantenerse en virtual. Y puede haber otros casos sensatos. Es hora de ya confiar en decisiones más libres y tener menos temor… Simple duda. (O)