Eso es lo que se necesita para instalar una torre de radar para detectar el vuelo de aeroplanos cargados con drogas. Apenas 2 hectáreas. Y, sin embargo, el Gobierno tuvo que recurrir a la medida extrema declarar a esas 2 hectáreas zona de seguridad nacional para de esa forma facilitar y proteger la construcción de una de esas torres en Manabí; las protestas en contra de la instalación de ese radar por parte de moradores asentados cerca del lugar, dizque para defender la naturaleza, habían comenzado a tornarse violentas. En ningún país podrían ocurrir protestas en contra de las instalaciones que contribuyan a controlar el narcotráfico, y menos tendría el Gobierno que declarar zona de seguridad al lugar donde se va a establecer esa torre. Un síntoma del profundo enraizamiento del narcotráfico en nuestra sociedad. Es como si el Ecuador de la decencia haya quedado arrinconado a vivir en apenas 2 hectáreas frente a la enorme superficie restante donde campea el caos, el desorden, la corrupción.

En esas 2 hectáreas están las personas de bien que aún quedan en el Ecuador. Aquellos que no ven al Estado como un mecanismo de opresión ni de enriquecimiento. Aquellos que ven a la política, a la abogacía, a la judicatura, al emprendimiento o a la enseñanza como actividades honradas. En esas 2 hectáreas viven los que aún sueñan con ver al Ecuador como una sociedad ordenada, justa, eficiente y moderna, donde podamos prosperar espiritual y materialmente. ¿Dónde estaban los defensores del medioambiente cuando la banda correísta arrasó 540 hectáreas donde supuestamente iba a construirse una refinería? Ese es el contraste que mejor identifica al Ecuador de hoy: las 540 hectáreas como monumento a la corrupción versus las 2 hectáreas para combatir el narcotráfico. En el primer caso ninguno de los vecinos salió a protestar en defensa de la naturaleza, en el segundo hasta dos asambleístas se unieron a las marchas para bloquear el proyecto a sabiendas que le hacían un favor al narcotráfico. Esas son las dimensiones del desafío que tenemos muchos ecuatorianos. Cómo podemos recuperar nuestro país que al parecer ha quedado reducido a apenas 2 hectáreas, pues, el resto ha sido copado por las mafias de la política, las pandillas del narcotráfico y la ceguera de sus élites.

Desde hace más de un mes está claro que el alcalde de Quito ha incurrido en actos de corrupción judicial para mantenerse en su cargo. Pero nada pasa. Y es que este señor ha hecho lo que a diario hacen centenares de ecuatorianos sin escrúpulos con la ayuda de ciertos abogados y jueces: manipular las acciones constitucionales, especialmente las medidas cautelares, con el propósito de violar la ley, no pagar deudas, incumplir contratos, zanjar disputas comerciales o sacar algún beneficio económico. Eso lo sabe el Consejo de la Judicatura, eso lo sabe la Corte Constitucional (o al menos debería saberlo), eso lo sabe la Corte Nacional, saben que en esencia la justicia ecuatoriana está podrida, pero parecen no inmutarse, con ciertas excepciones por supuesto. Y allí están las asambleístas Bella y Cerda en franca competencia por ganarse el título del más indignante cinismo.

¿Cuándo saldremos de esas 2 hectáreas a las que hemos quedado reducido los ecuatorianos que aún creemos en nuestro país? (O)