Cuando el ministro de Turismo de Ecuador afirma que Guayaquil tiene seis millones de habitantes y el gobernador del Guayas habla de los Avengers como si existieran o, peor, como si los problemas de un país se solucionaran al estilo de una historieta, sabemos que es hora de regresar a clases presenciales. No porque los futuros gobernadores o ministros tengan algo que aprender en las aulas, aparentemente, sino porque la educación de la que pueden gozar da clara evidencia de que fomenta la imaginación.

Por una de esas aulas habrá pasado Cynthia Viteri, la alcaldesa de Guayaquil, quien no deja de mostrar gran despliegue de creatividad. Cuando no está impidiendo el aterrizaje de un vuelo humanitario completamente por fuera de sus competencias, distribuye botellas vestida de fatiga militar. Y, si el tiempo lo permite, se da modos para disponer la clausura de varios colegios en Guayaquil, aun si uno de ellos fue inaugurado escasos minutos antes por la ministra de Educación, María Brown.

Si algo corroboran estas actitudes delirantes es que las escuelas ecuatorianas promueven la libertad creativa, y continuar el encierro de niños y jóvenes puede tener un impacto considerable en el futuro de las artes declamativas y escénicas en el país.

Fuera de bromas, la realidad educativa nacional implica que no estuvimos y no estamos preparados para esta pandemia. De esas aulas salieron quienes hoy debían ser los especialistas, no solo médicos, que ayuden a tomar decisiones y sepan expresarse mejor que un divulgador de medio pelo. Allí es donde se formaron quienes hasta ahora han sido incapaces de formar una real comisión de respuesta a la pandemia y nos mantienen presa de sus antojos. De ahí salieron los funcionarios del ministerio que más pedagógicamente debería abordar el problema, pero que poco comunica y lidera.

El regreso seguro a clases es simple retórica en los colegios públicos henchidos de estudiantes, para los cuales Brown no ha encontrado en ocho meses alternativas efectivas de enseñanza y socialización. Cerrar, abrir, cerrar, abrir no son órdenes que se aplican a la ligera a más de dos años del inicio de la pandemia, y está en la ministra enterarse a profundidad para tomar decisiones y explicar con claridad su implementación.

En su lugar, sataniza al hogar con la amenaza de un posible incremento de suicidios en niños y jóvenes, cuando nuestros colegios son de los más violentos de la región. Si algo coadyuva a la ansiedad y el fracaso escolar es el acoso, de pares y de profesores, incluido el sexual, en las instituciones educativas del Ecuador. Según muestran las cifras, en 2020 hubo menos suicidios en menores de edad, quienes además murieron en menor tasa que en años anteriores.

Brown tiene a su cargo una enorme deuda y es abordar con firmeza los abusos dentro del sistema escolar, no encargarse de destellar periódicamente inaugurando apadrinamientos aleatorios de escuelas que poco efecto tendrán si no resuelve los problemas de fondo. Pasada la pandemia, donde la ministra no ha despuntado por su solvencia, sus debilidades se volverán todavía más evidentes. (O)