Naturalmente, nos cuestionamos sobre la esencia del ser humano: ¿somos buenos o malos; actuamos bajo un interés propio o hay accionar por el bien común? Somos la creación de Dios que va por el mundo buscando su semejanza sabiendo que somos salvajes y que sin reglas o normas nos aniquilaríamos, viviríamos en una constante guerra, probablemente para sobrevivir. Son estas dicotomías las cuales merecen ser analizadas.

Hobbes, un filósofo y político inglés, aproxima ciertos elementos que son necesarios abordarlos con el fin de entendernos y así podremos cambiar el curso de nuestros intereses propios e ir tras el bienestar social. Él decía, el ser humano se moviliza por un interés personal, siempre egoísta de manera natural. Nadie da sino con intención de hacerse bien a sí mismo, porque la donación es voluntaria y el objeto de todos los actos voluntarios es para cualquier hombre, su propio bien. Dicho en otras palabras, las personas siempre actúan bajo un interés propio, aunque puedan ocultar su motivación como la ayuda a otros o como el cumplimiento de un deber. En este debate de ideas, se excluye la moralidad y la virtud, ya que no son asuntos de la naturaleza humana, sino un impulso de la decisión.

Bajo esta premisa, el hombre no busca, naturalmente, un bien común sino un bien personal. En este caso, comprendemos lo difícil que es para el ser humano liberarse de su propio interés para abarcar el llamado interés común. Si esta fuere la realidad, tenemos una gran tarea por delante: conectar nuestros deseos personales con los deseos de nuestro prójimo, abandonando el egoísmo que nos viene dado por naturaleza y subirnos en la plataforma del altruismo que también es connatural al ser humano, pero que requiere de voluntad y decisión.

... probablemente todo nazca de un interés personal, pero bien puede terminar en un beneficio general.

No obstante, el debate de si la naturaleza humana y el gran motor del individuo es el egoísmo, está claro que existen causas que nos son comunes. Un ejemplo de eso lo da el deporte cuando una selección nacional juega un evento: todos nos sumamos y compartimos la causa. Lo mismo ocurre en caso de guerras o catástrofes. Allí aparece el rasgo de cooperación y altruismo del ser humano. El quid parece estar, entonces, en volver como causas comunes a cuestiones prioritarias como combatir el hambre o la pobreza. Ciertamente cada ser humano mira primero a sí mismo y sus necesidades, por eso el rol del Estado -si tiene uno- es el de enfocarse en esas causas y movilizar en esa dirección a los ciudadanos.

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En el caso de nuestro país, vemos un gran desinterés, por ejemplo, por la pobreza y el hambre, en los sectores urbanos y rurales, se percibe la apatía por el pobre o el hambriento, no hacemos nada más allá de una caridad para sentirnos bien, pero hay mucho más que eso. El deseo de un bien general debe embargarnos a todos, olvidarnos de las premisas de la naturaleza del ser humano y volver al cauce de lo que la realidad nos dicta.

Podemos cambiar el yo por el nosotros e ir tras el bienestar común, probablemente todo nazca de un interés personal, pero bien puede terminar en un beneficio general. Es un buen tiempo para hacerlo. (O)