Albert Einstein formuló la teoría de la relatividad especial (1905). Esta teoría transformó conceptos hasta entonces considerados exactos o absolutos —como la velocidad de la luz, el espacio y el tiempo— en elementos cambiantes y relativos. La propuesta de Einstein sentó las bases para comprender que nuestra mirada de la realidad determina en gran parte nuestra realidad. Los psicólogos sostienen hoy que hay dos grandes maneras de ver el mundo: el optimismo y el pesimismo.

Los optimistas ven el lado positivo de los hechos, las tendencias y los cambios. Creen por lo general que las cosas van a salir bien y que tienen las capacidades y las habilidades de hacer que las cosas vayan bien. Los pesimistas, en cambio, tienden a esperar que las cosas no saldrán bien. Su mayor tendencia es enfocarse en el problema antes que en la solución, concentrándose solo en lo malo, en muchos casos abandonan la búsqueda de la solución. Winston Churchill lo resumió muy claramente cuando afirma: “Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad; un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”.

El psicólogo Martin Seligman, el científico que más ha contribuido al conocimiento del optimismo, demostró que las personas con actitud optimista cuando son golpeadas por alguna adversidad suelen pensar que se trata de un contratiempo transitorio, mientras que las pesimistas tienden a considerar que los efectos de las calamidades son permanentes. Para Seligman, cuanto más optimista es la persona más limita o compartimenta los efectos de los fracasos.

Cuenta la historia que Walt Disney creó a Mickey Mouse en un viaje de tren de tres días de regreso a casa. Él lo había perdido todo, su staff, sus contratos y su dinero. En vez de sumirse en una profunda tristeza, trabajó sin parar y creo el personaje del “ratón feliz” que fue el inicio de su éxito que trasciende hasta hoy.

Disney sabía que el verdadero optimismo es inteligente, no reduce la responsabilidad de los éxitos a solo la actitud, no ve todo color de rosa, no falsea ni niega la realidad. El verdadero optimismo no se abandona a la suerte, tiene los pies en el suelo a la par que canaliza las esperanzas por el futuro hacia metas concretas por las que se ha de trabajar o conflictos a solucionar.

El optimismo es muy poderoso, nos da la fuerza para comprometernos a ver y aportar alternativas y trabajar duro. Hoy el Ecuador necesita contagiarse masivamente del optimismo para exportar más, producir más, invertir más, crear más, innovar, emplear más, para hacer más y mejor.

Inspirémonos en los grandes triunfos que hemos logrado en todos los órdenes desde el empresarial hasta el deportivo; identifiquemos el lado bueno de los hechos a medida que pasen; notemos nuestra forma de hablar, procuremos hacerlo en positivo; nutrámonos de fuentes positivas; confiemos en nuestras decisiones; no reaccionemos visceralmente; recordemos que todo tiene solución, acudamos al mejor talento; persistamos; hablemos menos, quejémonos menos y hagamos más; asumamos la propia responsabilidad sobre lo que podemos cambiar. Algunos llaman al 2022 el año de la resistencia, yo prefiero llamarlo el año para el optimismo. (O)