No voté por Pabel Muñoz pero, entre la frondosa caterva de candidatos a la Alcaldía de Quito, era de las poquísimas excepciones dignas de considerar. Es correísta, pero no de aquellos intransigentes, sumidos en el fanatismo. Es un académico respetado y bien formado. Tranquilo y cortés, un hombre con el que se puede dialogar. Ganó las elecciones, el fallo del soberano es inexorable y ha de acatarse, así es la república. Sus intervenciones ya como alcalde electo demuestran que no se trata de un radical dogmático, sino de un cientista con formación racional, que enfrenta los problemas con objetividad. Interesante pareció, por ejemplo, abrir la posibilidad de concesionar ciertos servicios y la construcción de determinadas obras, abriendo una puerta a soluciones similares en otros campos, superando el estatismo rígido de la anterior administración municipal correísta que paralizó la ciudad. Veamos cómo aterriza su prometedor plan para la mesa de inversiones. Su planteamiento sobre la legalización de barrios ilegales, es lógico y justo. Igualmente fue esperanzadora su clara oposición a nuevas asonadas sobre Quito. Se nota que lo que quiere es trabajar, hacer, realizar.

$ 6.000 millones, la ambiciosa meta de inversiones que quiere conseguir el alcalde electo de Quito, Pabel Muñoz

La tarea que tiene por delante es desalentadoramente vasta y empinada. Hereda de las alcaldías precedentes una ciudad colapsada, ubicada en un país colapsado. Un municipio obeso e ineficiente, sobrecargado de burocracia, de trámites y legislación caótica. El cabildo tiene deudas para varias décadas, siempre que no se vea obligado a renegociarlas hasta el siglo XXII. Administrar Quito o cualquiera de las grandes ciudades ecuatorianas, hay que reconocerlo, es más difícil que ser presidente, porque se requiere que los gobiernos seccionales, que tienen poderes limitados en este país grotescamente centralista, negocien con el Gobierno nacional para que colabore efectivamente y este no siempre lo hace. Pero no podemos sentarnos a llorar, hay que buscar nuevos e imaginativos caminos, el alcalde Muñoz nos ha dado alentadores indicios de que quiere intentarlos. Tiene la suerte y el desafío de iniciar su administración con el Metro funcionando. Es una gran oportunidad para mejorar el viejo problema del transporte y el concomitante de la movilidad, lo que ya sería un aporte histórico. Pero hay que encarar ese y otros puntos críticos con energía y audacia.

No nos gusta la posición política e ideológica de Muñoz, pero entenderemos las decisiones que con su legítima autoridad tome para aplicar su ideario, mientras no se atropellen los derechos de terceros. Así debe ser la convivencia republicana. No se trata de convertir al otro, sino de convivir con él. Hay que superar el enconoso legado de las décadas anteriores. La “carita de Dios”, la “ciudad de la paz franciscana”, el patrimonio de la humanidad son expresiones que deben concretarse sobre todo en un entorno de vida digno para todos sus habitantes. Deng Xiaoping, el líder que dio el verdadero salto adelante de China Popular, luego de los saltos atrás de Mao, hizo famosa esta máxima de sabiduría china que conviene recordar en esta instancia: “No importa que el gato sea blanco o negro, sino que cace ratones”. (O)