Se ha dado una nueva alza salarial en el país de Sudamérica que, después de Uruguay, tiene el más alto salario mínimo vital. Y si miramos las cifras, la diferencia respecto de Colombia, el Perú, el Brasil, e inclusive de México, es realmente notable.

Pero el costo del salario no es lo único a considerar. También el hecho de que el Ecuador es el único país de Latinoamérica donde existe el 15 % de participación de los trabajadores en las utilidades. La jubilación patronal, sistema absurdo, obliga a los patronos a hacer reservas que van directamente contra las utilidades, y que por lo tanto, disminuyen los dividendos que se pueden repartir. Adicionemos a esto el altísimo costo de un despido, aunque sea un trabajador ineficiente o incluso moralmente cuestionable. Añadamos el hecho de que existen decimotercer y decimocuarto sueldos, y que cuando ya hay jubilados patronales es un costo adicional por encima de la reserva que se hizo antes, y tendremos entonces configurado el panorama por el cual la legislación laboral ecuatoriana grita al mundo: No invierta en el Ecuador, y grita adicionalmente, si a pesar de la inseguridad jurídica usted viene, invierta en aquello que no use mucha mano de obra.

Un país con la tradición de capacidad artesanal demostrada con sombreros de paja toquilla, tejidos maravillosos autóctonos, confecciones de cuero, y tantas otras pruebas de capacidad, jamás ha sido visto como potencial centro de maquilas o de confección para la exportación. Y es obvio, porque adicionalmente a todo lo mencionado en el párrafo anterior, el inversionista extranjero mira además el ISD, y llega a la conclusión de que el Ecuador no quiere que la gente venga a invertir acá.

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Y lo grave de esto es que una promesa como el aumento del salario hecha en campaña, y que va en contra de lo que siempre creyó y predicó el presidente, la vio como necesaria para ganar la elección. Entonces, por encima de lo negativo que es para el Ecuador continuar aumentando el costo laboral que es excesivo y que perjudica la contratación de empleo formal y sigue fomentando la brutalmente alta cifra de informales y empleo no adecuado, el hecho de que en las campañas se tenga que prometer esto, es síntoma de una sociedad todavía presa del populismo, de la irracionalidad, y de gustar escuchar cosas “bonitas” que son realmente horrorosas.

El aumento programado a $ 500 seguirá ejerciendo una presión de costos laborales que no es conveniente, seguirá haciendo del Ecuador un país carísimo para producir, que pierde competitividad y que afecta muchísimo en especial al sector exportador, ya golpeado por bajos precios internacionales.

El Ecuador, que está lejos de tener objetivos nacionales, debe buscar una gran reforma a la legislación laboral, que aleje a las leyes de sueños, quimeras y absurdos, y que lo aproxime a la necesidad de generar empleo, motivar la inversión, sobre todo aquella intensiva en mano de obra, y no que la ahuyente, como es claramente el caso hoy. Si esto no es verdad, miremos cuánta inversión extranjera ha ido a países vecinos para manufactura que emplea mano de obra, y cuánta inversión ha venido acá. (O)