En el año 2016 tuvo lugar el primer Festival Internacional de Artes Vivas (FIAVL), evento con el que, a más de reconocer la inclinación artística, musical y académica de la provincia de Loja, se estableció un inmejorable espacio para el cultivo y desarrollo de las más amplias y exquisitas manifestaciones culturales en el país, convocando en el mes de noviembre y durante al menos diez días, en la mismísima frontera sur ecuatoriana, a destacados representantes de las artes vivas del mundo.

No obstante, desde un inicio, hay que decirlo sin ambages, el centralismo vio siempre con recelo la propuesta de situar en una provincia de la periferia, un proyecto cultural de esta dimensión, por lo que se pretendió minimizarlo o incluso hasta darle un carácter itinerante.

Tanto fue el clima de incertidumbre, acompañado del accionar poco consecuente de ciertos gestores culturales del ámbito nacional, que se requirió expedir la ‘Ley Orgánica para la institucionalización del festival internacional de artes vivas de Loja como espacio de encuentro y fomento de las expresiones culturales e identidad del Ecuador’ (LOIFIAVL), la que se publicó en el Suplemento del Registro Oficial No. 405 del 14-01-2019, a fin de evitar que se despoje al ‘último rincón del mundo’, de este reconocido festival que está atado además a una importante dinamia local en los ámbitos económico y social.

Si bien este blindaje legal impide cambiar la sede del festival, no obstante, existen otras formas sutiles de asfixia y bloqueo como el limitar la asignación y entrega de recursos económicos para financiar la programación cultural. De hecho, desde el año 2017, las asignaciones del FIAVL han ido decreciendo significativamente, amparados en la racionalización del gasto (cuán conveniente, ¿no?) e incluso escudados ahora en los coletazos de la pandemia sanitaria. Todo esto a pesar que en el Art. 7 de la LOIFIAVL se prevé la garantía de recursos. La propia Ministra de Cultura, María Elena Machuca, ya en 2021, daba a conocer que ‘...con un presupuesto reducido, algunos proyectos institucionalizados también contarán con menos recursos económicos para su ejecución, como el Festival Internacional de Artes Vivas Loja...’.

Y como si esto fuera poco, actualmente el asambleísta lojano, Byron Maldonado Ontaneda, presenta un proyecto de ley reformatoria a la LOIFIAVL, con el que se pretende que este festival se desarrolle en el mes de noviembre, pero vinculado ya no con las fiestas de Loja sino con la política nacional de feriados, es decir, fijar un cordón umbilical que lo conecte desde su inicio con el feriado de Cuenca, lo que equivale a desnaturalizar sus raíces.

Resulta difícil entender como un representante de Loja, así como de ciertas instituciones locales, impulsen tamaño dislate, al creer que el FIAVL se fortalecerá por el solo hecho de cambiar fechas, sin centrarse en la parte medular, es decir, la organización oportuna y técnica del evento, así como la entrega suficiente de los recursos que establece la ley orgánica.

En esta lucha desigual que libran las provincias satélites contra al centralismo, no cabe que las ‘balas enemigas’ provengan desde su propio interior. (O)