Presionado por las amenazas de nuevas “movilizaciones”, el Gobierno de Lasso ha tenido que aceptar varias exigencias de la Conaie. A mi juicio, la peor de todas es el ofrecimiento de entregarles la educación bilingüe. Este resultado ha demostrado la debilidad del Gobierno ante la amenaza de volver a paralizar el país. Los pactos pueden ser nulos si una de las partes los acepta bajo la fuerza.

Fui ministro de Educación, Cultura y Deportes durante 17 meses en el gobierno de Sixto. Una de las tareas más gratas fue consolidar y fortalecer la educación bilingüe iniciada en el gobierno de Borja. Para nombrar un director para la educación bilingüe, me reuní con los dirigentes y ellos me exigieron que nombrara a fulano. Era una imposición, y les dije que, a pesar de que anteriormente ya lo habían hecho, acordamos que presentaran una terna, “como se hace con el contralor y otros altos funcionarios”. Volvieron con la terna, encabezada con el nombre de fulano. En una de las reuniones que teníamos para mejor comprender la reforma curricular, les pedí que presentaran los fines de la educación bilingüe. Presentaron un decálogo. El primero decía: “La toma del poder político”. “Tienen derecho a esa aspiración —les dije—, pero antes de tomar el poder ¿no sería bueno que aprendan a leer bien y hacer las cuentas, pues qué van a hacer con el poder si no saben cómo ejercerlo?”. Pude entender sus razones e hicimos bien nuestro trabajo. Para demostrar el interés del Gobierno de Sixto, organizamos un gran acto cerca de Riobamba el 31 de agosto de 1993, en homenaje a monseñor Leonidas Proaño, fallecido cinco años atrás. En esa solemne ocasión, el Gobierno prometió todo el apoyo a la educación de los niños que aprenden en el idioma que maman de sus madres.

Gobierno ofrece al movimiento indígena que dará autonomía a la Secretaría de Educación Intercultural Bilingüe

Crear una especie de ministerio o un Ministerio de Educación Intercultural, con independencia de la educación hispana, como dicen, es un grave error político. Escuchamos a los dirigentes indígenas hablar siempre de que ellos representan a los pueblos y nacionalidades, como si fueran entes independientes de un Estado que se declara unitario y reconoce la diversidad dentro de la unidad de la República del Ecuador. Si creemos que nuestra nacionalidad es una sola, la ecuatoriana, el ministerio debe ser uno solo para que se enseñe una sola ética, una sola cívica, la diversidad del conocimiento científico, que es múltiple por naturaleza, pero dentro de la unidad del saber universal. Los dirigentes actuales usarán el ministerio para inculcar en los niños y jóvenes el comunismo andino y la revolución del Estallido. ¿Quién los va a controlar si para el marxismo todo lo que conduce a la revolución social es ético? También se escudarán en las garantías de la democracia para destruirla e instalar una dictadura del proletariado, como la de Nicolás Maduro y la de Daniel Ortega.

El problema anda un poco por el lado de la soberbia, de parte y parte: un Gobierno que cree que se las sabe todas y escucha poco, y las organizaciones indígenas que nos han puesto la espada de Damocles con su capacidad de paralizar el país. Abusan de su fuerza para imponer sus condiciones.

A este paso, ¿por qué no ser un Estado federal? (O)