Los resultados de las elecciones de este domingo muestran un gran golpe para el socialcristianismo: perdieron el corazón de su bastión al no lograr la reelección de la alcaldesa Cynthia Viteri y la prefecta Susana González. Un golpe que los dejó sin respuesta pública inmediata y que internamente les debe haber sacudido hasta los cimientos.

Por 31 años y luego de dos alcaldías del expresidente de la República León Febres-Cordero, y otras cuatro de Jaime Nebot, llegó Cinthya Viteri, quien debía lograr la reelección y con ello dar tiempo a esa agrupación para que surja otro nombre que la reemplace o, por lo menos, permita otro tipo de cierre de la era socialcristiana en esa ciudad, con todo lo que aquello implica.

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Al no conseguirlo, el partido se ve en aprietos porque muestra que no estaba leyendo bien lo que ocurría en esa ciudad. Tampoco midieron adecuadamente la fuerza que desde tiempo atrás ganaban los seguidores del correísmo. No se percataron de que los resultados de la actual gestión tampoco eran suficientes ni los cambios de imagen de la alcaldesa. A esto se suman los errores que nunca faltan en una campaña electoral y un largo etcétera.

El golpe es aún más duro porque pierden la ciudad frente a quienes trataban de presentar como sus máximos y supuestos adversarios naturales: los seguidores del correísmo agrupados en Revolución Ciudadana (UNES, Socialismo del siglo XXI, o como usted prefiera llamarlos), con quienes, además, han tenido cuestionadas coincidencias en el ámbito de la política nacional, reflejada especialmente en la actual Asamblea Nacional, que tiene sus márgenes más bajos de aceptación y credibilidad de los últimos años, y una gestión en la que tienen muy poco que mostrar.

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A escala nacional, esto también complica al socialcristianismo. Si acaso pensaban en las elecciones generales dentro de dos años como un espacio para, al menos, mantener su nivel de representación en la legislatura, ya no podrán apoyarse en su joya de la corona. Y si no tienen un candidato o una alianza para la presidencial, difícilmente podrán abrirse espacio. Jaime Nebot tampoco será una figura en quien cobijarse, especialmente si esta vez fue la última que estuvo de cerca en su partido en una elección, como lo han dicho sus dirigentes de manera pública y privada.

Frente a este escenario vale la pena preguntar si acaso estamos presenciando el ocaso del socialcristianismo. Si es así, no resultara extraño que en los próximos meses seamos testigos de la separación de los cuadros que le quedan o de alianzas aún más extrañas e inexplicables con diferentes agrupaciones. El poder que tiene –o al que representa– este partido es lo que entra en juego, en medio de un escenario que quedará muy claro –una vez que se conozcan todos los resultados del 5 de febrero– de lo que es esta nueva era de la política nacional y que, seguramente, no estará libre de caudillos, populismo y poco interés en sacar al país adelante, y uno que otro político que tal vez sí tome en serio a los más de 17 millones de personas que vivimos en Ecuador. (O)