El Ecuador está más preocupado por las intensas lluvias de La Niña que por el pretendido juicio político al presidente Guillermo Lasso. El giro de expectativas se ha reflejado, incluso, en la disminución del riesgo país que repuntó por la pugna de poderes.

Acaso el diluvio que trajo el ciclón Yaku es una señal cósmica para invitar a la sociedad ecuatoriana a una humilde reflexión sobre su futuro. En 44 años de período democrático se ha comprobado que la estabilidad política e institucional es un concepto frágil, sometido a altibajos que suelen pasar por el ojo de la tormenta.

Aún no hay fecha ni causales para juicio político al presidente de la República, Guillermo Lasso; UNES y PSC buscan una nueva motivación

Relator de la CIDH para Ecuador pide respetar el orden constitucional y el debido proceso ante el posible juicio político a Guillermo Lasso

Pensar que el cambio del presidente puede ser para bien, es lo más parecido a un juego de azar donde hay más que perder que ganar. Pero parece que hay empeño por emular al Perú imponiendo la autoridad de la Asamblea Nacional al Ejecutivo, sin pensar en sus consecuencias.

Lo previsible es que la Corte Constitucional (CC) negará la admisibilidad del enjuiciamiento en ciernes. Y hará lo correcto. Los argumentos que lo fundamentan son deleznables y faltos de contundencia. A tal punto que un distinguido expresidente de la CC se refirió a sus promotores como “analfabetos constitucionales”.

Opera el punto y coma de la acusación el parlamentario andino de UNES Virgilio Hernández siguiendo los dictados de su jefe, desesperado por volver. Aunque el relato de “traición a la patria” mantenga el rechazo de sus aliados. Por lo pronto, los bloques de Pachakutik y de la ID están divididos, resultando su jaleo un corrillo vergonzoso de miserias.

Presidente de la Asamblea Nacional, Virgilio Saquicela, apoya eventual juicio político al presidente de la República, Guillermo Lasso

Quien debería desempeñar un rol de componedor ante la crisis, alentando la ponderación de sus colegas, el presidente de la AN, Virgilio Saquicela, vuelve a su rol de activista de la conspiración en procura de ser figura de recambio o, cuando menos, obtener méritos para su reelección.

Lo sucedido es consecuencia de la desconexión de los políticos con la sociedad que termina siendo conducida a esta rivalidad que bloquea la implementación de una agenda nacional mínima. De tal modo, se posterga la solución de los graves problemas, de inseguridad debido al crimen organizado y la delincuencia común, de la corrupción sistémica que contamina a los espacios más recónditos de la institucionalidad pública, y la falta de inversión, principalmente privada, que permita la reactivación económica que traiga de la mano el empleo que hace falta.

Las jóvenes parejas que se ven obligadas a migrar por el peligroso tapón de Darién, con sus pequeños hijos, les importa un bledo este diligente partidismo, cuya disfuncionalidad provoca, como daño colateral, su bochornosa expulsión.

El Gobierno, por su parte, tiene que ensayar un acto de mea culpa. Al cumplir dos años de gestión sus principales logros se reducen a la campaña de vacunación y a una cierta estabilización de los indicadores macroeconómicos. La participación del nuevo ministro Henry Cucalón, por fuera del círculo presidencial, ha insuflado renovados bríos a la conducción política. Un acierto que necesita multiplicarse a fin de consolidar un renovado gabinete que supere su déficit de ejecución. Es la estrategia más aconsejable para enfrentar los desafíos del golpismo. (O)