Es interesante conocer algo más del papa Benedicto XVI, su legado en la historia y su vida dedicada a difundir el mensaje: “Manténganse firmes en la fe; no se dejen confundir”.

Imposible olvidar aquel 2013 cuando su salud delicada, los escándalos de abuso sexual clerical y de corrupción, sumados a un agudo insomnio, fueron determinantes para su renuncia. Su decisión se perpetuó como la de un hombre humilde y valiente que, reconociendo sus límites y por el bien de la Iglesia, decidió dar un paso al costado en un tiempo sin reglas para un papa emérito.

Aquel gran intelectual nunca quiso ser papa y prefirió retirarse a la privacidad del claustro. Se consideraba un simple y sencillo trabajador en la viña del Señor, y quienes lo conocieron lo recuerdan tímido, reservado, gentil y muy amable con quienes socializaba.

Benedicto XVI, sombras en la luz

Fallecido a los 95 años, tuvo un funeral histórico. Hace más de 600 años que un papa en funciones no oficiaba las exequias de otro papa emérito, pero con el mismo ritual destinado a un sumo pontífice.

El rostro del teólogo alemán fue cubierto con un velo de seda blanco y sepultado en las grutas vaticanas en donde antes reposaba Juan Pablo II, hasta ser proclamado santo y trasladado a otro sitio. Dentro de su ataúd de madera de ciprés y forrado de terciopelo rojo, el primero de los tres en que fuera enterrado, se incluyeron sus medallas y monedas conmemorativas, sus palios arzobispales de Múnich y Roma, además de su rógito, un pergamino que detalla un compendio de su pontificado.

Fue figura importante para la vertiente conservadora de la Iglesia católica en las últimas décadas. Benedicto XVI, el papa teólogo, y Juan Pablo II, el papa filósofo, elaboraron juntos muchos documentos importantes doctrinales. Destaca su legado de la lucha contra el relativismo y su concepción donde la fe y la razón pueden llegar a formar una alianza. Autor de numerosas encíclicas, Dios es amor, Salvados en la esperanza, entre otras, siempre exaltó la purificación de la Iglesia y la conversión de las personas.

Cercana y cordial fue su relación con el papa Francisco, quien se refirió a él como el tener a un abuelo sabio en casa, y en su homilía destacó su sabiduría, dedicación y le agradeció por haber entregado su vida a la Iglesia.

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Benedicto XVI fue respetado por los tradicionalistas de la Iglesia, y liberó al papa Francisco para traer políticas progresistas en su pontificado. En su testamento espiritual pidió: “Rueguen a Dios para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me acoja en las moradas eternas”. Para él, la muerte no era un final; era un encuentro, y sus últimas palabras fueron: “Señor, te amo”.

El papa Francisco siempre tuvo libertad de acción colindando en los límites del magisterio eclesial más ortodoxo. Ahora se sentirá más libre para renunciar, tal como lo escribió en una carta firmada en la que enfatiza que presentaría su dimisión cuando sus condiciones físicas e intelectuales ya no le permitan gobernar.

Hasta entonces, en el Vaticano se seguirán escribiendo los capítulos doctrinales de la historia de la Iglesia católica, y solo con el tiempo los conoceremos. (O)