El ciclón que “asolaba” las costas ecuatorianas, entre otros eventos que supuestamente se iban a dar y que nunca pasaron, abre el debate en torno al concepto de la verosimilitud. La creencia que algo va pasar o ya pasó está directamente relacionada con su probabilidad, desde la posibilidad de que un negocio tenga éxito, que una persona fallezca por una enfermedad, que suceda un terremoto hasta que una persona sea inocente o culpable en un juzgamiento. En definitiva, la probabilidad es la base del razonamiento humano; por eso, bien lo sostiene el filósofo Bertrand Russell, es uno de los conceptos más importantes para la vida.

Una forma de entenderla es verla como la propensión o posibilidad de un hecho, fenómeno o suceso. La “probabilidad clásica” se explica claramente con los juegos de azar y se obtiene con matemáticas, son los posibles resultados de un proceso del total de posibilidades. La probabilidad basada en la frecuencia relativa de un conjunto de sucesos que son verdaderamente reales y pueden contarse es la piedra angular de los descubrimientos científicos. Los métodos de comprobación de hipótesis utilizan esta probabilidad para estimar la certeza de lo que la razón humana ha intuido.

Liderazgo: síndrome de Hubris

En el siglo XXI predomina una nueva forma de probabilidad: la “probabilidad moderna”.

Esta probabilidad se estima con base en la interpretación evidencial, esto es el grado en el que se cree que la información presentada garantiza la conclusión, concepto que hoy se conoce como verosimilitud.

La verosimilitud es aquello que resulta verosímil, o sea verdadero, derivándose también esta palabra del latín verus (verdad) y similis (semejante), esto es a partir de un conjunto de datos disponibles y a su relato. Por ejemplo, en un tribunal de justicia se procura ignorar la información inadmisible y prejuiciosa y se considera la fuerza de los argumentos para determinar la sentencia.

‘El factor Churchill’

Las probabilidades en el mundo moderno dejaron de pertenecer exclusivamente a las matemáticas; la psicología y las redes sociales influyen en estas. Hoy la probabilidad es más subjetiva, altamente influenciada por los sesgos que tienen las personas de aceptar o rechazar ciertos datos o el acceso que tengan a los mismos. Son las mentes de las personas, sus ideas preconcebidas y sus emociones las que pueden subestimar las amenazas o sobrestimar las oportunidades de la realidad. Las distorsiones, intencionales o no, de la realidad están a la orden del día y los fallos en el juicio humano ocasionados por la falta de datos, por el tipo de datos que usamos y por cómo manejamos la probabilidad y los razonamientos que se desprenden es lo que el psicólogo Daniel Kahneman llama “ruido”.

¿Recuperar el civismo?

Para no cometer errores es imprescindible reducir o eliminar el “ruido” en las decisiones empresariales, políticas, de salud, judiciales, sociales, incluso familiares. Lo mejor que se puede hacer es recuperar el razonamiento basado en la probabilidad clásica es utilizar estadísticas duras, recurrir a varias fuentes confiables de la información, matizar las visiones con las de otras personas para tener una perspectiva más amplia, y aplicar big data e inteligencia artificial. (O)