Vivimos tiempos muy complicados en la región.

En las últimas dos décadas hemos pasado de regímenes autoritarios de izquierda a salvadores de derecha que han fracasado en el intento. De despilfarro y populismo, en tiempos de bonanza económica, a crisis y recesión, que siempre la viven y pagan los más pobres, los postergados, los olvidados, los que llenan los mítines políticos, los que hacen ganar las elecciones y luego son olvidados, cuando llega la alfombra roja, el protocolo y el champagne, los viajes y los lujos.

Y, de a poco, está volviendo la izquierda. Ya ocurrió en Chile; en Colombia, por primera en su historia; en Perú; y el pasado domingo, Lula en Brasil.

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Venezuela es capítulo aparte y ya hemos comentado muchas veces sobre la tragedia que vive el hermano pueblo.

Pero este retorno de la izquierda en la región se produce en circunstancias muy diferentes a las precedentes.

En Chile, Bóric no pudo aprobar la nueva constitución, y coinciden los expertos en que ello ocurrió, fundamentalmente, como un efecto de rechazo a la gestión del presidente, más que al texto de la nueva carta política. Y su descenso continúa de manera acelerada.

En Colombia, el presidente Petro enfrenta un desgaste acelerado y la calle ya se calienta contra sus medidas económicas, lo cual vislumbra un poco alentador panorama a su gestión de gobierno.

En Perú, la permanecia en el cargo del presidente Castillo pende de un hilo, desbordado por denuncias de corrupción y con una seria acusación por parte de la Fiscalía General, a tal punto que ha intentado recurrir a la OEA para intentar disipar el huracán que se cierne sobre él.

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Y en Brasil, si bien es cierto que Lula ganó, lo hizo con un margen menor al 2 %, lo que significa un país dividido prácticamente, pero con la derecha bajo control del Congreso y el Senado; además, con la justicia ordinaria y constitucional independiente, que aunque pudiere sonar obvia esta mención, en estos territorios macondianos, en los que un presidente alguna vez controló todos los poderes, no está demás precisarlo.

De modo que lo ocurrido en Brasil, además de una demostración cívica y de madurez democrática, a mi juicio, pudiere resultar refrescante para la región.

Digo esto porque podríamos aproximarnos a presenciar un Lula más maduro; un Gobierno de izquierda moderada, producto de la amarga experiencia vivida, y de las fuertes limitantes que tendrá, dada la configuración de poderes con que tendrá que gobernar. Y, por otro lado, la derrota, y el protagonismo desde el liderazgo de oposición, podría darle a Bolsonaro la oportunidad de revisar y corregir con miras a una próxima elección en la que, con seguridad, será el gran protagonista. Obviamente, todo lo manifestado sin considerar nuevos liderazgos jóvenes que pudieren estar en proceso de ebullición.

En todo caso, felicitaciones al pueblo brasileño por la jornada del domingo 30 de octubre. A diferencia de lo que muchos agoreros del desastre han escrito en estos días, creo que lo ocurrido este fin de semana puede ser muy positivo para la región. Seguiremos comentando. (O)